Debate escolar

Expertos y padres urgen más educación sexual en las aulas

Consideran que adelantar los contenidos a los escolares, que consumen porno a edades muy tempranas, ayudaría a atajar un problema social como el incremento de abusos y violaciones

Una menor consume pornografía en su tablet.

Una menor consume pornografía en su tablet. / Jaime Galindo.

Judit Macarro

Judit Macarro

Los contenidos de educación afectivo-sexual están presentes en muchas materias curriculares de Secundaria. «Principalmente en biología y Geología». O eso afirman desde la Asociación de Directores de Aragón. Pero la pregunta es si los contenidos son los adecuados, o incluso suficientes, porque cada vez salen a la luz más casos de abusos sexuales, violaciones o violencia contra la diversidad sexual que ponen en cuestión el trabajo que se realiza en las aulas. Hace tan solo un par de semanas el foco señaló a un pequeño pueblo de Badajoz, Almendralejo, y a las 28 víctimas menores de edad que sufrieron el acoso de sus compañeros mediante la inteligencia artificial.

Que los tiempos han cambiado lo han notado las familias, los centros educativos y los espacios dedicados a la sexología. «No podemos pretender que lo que enseñábamos en nuestros talleres hace 20 años sirva para los estudiantes de ahora», menciona Estefanía Sáez, responsable del área educativa de Amaltea (instituto de sexología).

Las nociones básicas de conocimiento del medio poco enseñan a los niños que tienen acceso a aplicaciones «en las que pueden mostrar a sus compañeras desnudas», señala Sáez, quien considera que el punto del que se debe partir en la actualidad es «el del respeto». «Los niños y niñas tienen que aprender a respetar a los demás, pero también a sí mismos», incide la sexóloga.

Aspectos como el conocimiento de uno mismo y el amor propio son nociones que, «si no fuera por estos talleres, no llegarían a las aulas», menciona Nieves Burón, presidenta de la Federación de Asociaciones de Padres y Madres de alumnos de Aragón (Fapar). Unos cursillos que realizan especialistas a lo largo del curso, en horas lectivas, y que «cuestan dinero, tanto a los centros como al AMPA», señala Burón. ¿El problema? Los profesores no están preparados para atender este tipo de materias, que realizan los sexólogos un par de horas al año, «es claramente insuficiente, si no no tendríamos los problemas que tenemos de abusos y violaciones», denuncia la presidenta de Fapar.

«Hace cosa de unos meses, Salud Pública (cuando el PSOE seguía al mando de la DGA) anunció la creación de unos materiales para la preparación de los docentes en el ámbito afectivo-sexual», menciona Burón. De los materiales, por el momento, desde Fapar desconocen el transcurso de los mismos y, este diario, al intentar contactar con Sanidad para hablar de la educación afectivo-sexual en los centros la respuesta fue: «Eso depende del plan general anual de cada colegio o instituto, que aprueba cada centro educativo atendiendo a su autonomía y a su proyecto educativo. Ese plan es aprobado por el Consejo Escolar en el que están representadas también las familias y por la inspección educativa».

¿’PIN PARENTAL’?

Balones fuera desde Sanidad que llevan a preguntar si los talleres de material afectivo-sexual seguirán con el nuevo Gobierno. Lo que sí se ha comentado, con un largo debate educativo por detrás, ha sido la intención de la coalición PP-Vox de delegar mayor responsabilidad en los padres, a la hora de decidir las materias que cursan sus hijos.

«Hay unos contenidos de formación que deben tener nuestos hijos. No puede quedar a la voluntariedad de las familias, tiene que formar parte del currículum educativo creado por expertos que conocen las necesidades de los niños y niñas», considera Burón. Sin entrar en nombres ni leyes, la presidenta de Fapar se niega a «hablar de pin parental, porque ellos mismos no han hecho mención del nombre» y únicamente se detiene a señalar que «toda la actividad y enseñanzas realizadas en el tiempo lectivo son curriculares y las familias no debemos entrar a cuestionarlas».

Realidad o ficción

Tocado el debate de la necesidad de este tipo de educación en los centros educativos, toca preguntar: ¿A qué edad es recomendable comenzar estas nociones? Para Estefanía Sáez, de Amaltea, «la edad depende de las necesidades sociales, por ejemplo, el que los niños de 10 años consuman pornografía señala que debemos comenzar antes nuestra labor».

Lejos de entrar en si, el consumo de pornografía es adecuado o no, Sáez considera que lo importante es enseñar a los niños y niñas a distinguir entre la realidad y la ficción. «Tenemos que reconocer que la pornografía, nos guste o no nos guste, está ahí. Y aunque mi hijo o mi hija no la busque, esta le va a llegar ya sea por un compañero de clase que le va a pasar un vídeo o que le hace un comentario en un momento determinado sobre algo que ha visto», señala la sexóloga.

Pone de ejemplo la película de Superman: «Si un niño o niña se cree que las escenas donde el superhéroe vuela son algo real, lo llevará a la práctica y se pegará un castañazo». Y lo mismo sucede con la pornografía y las relaciones sexuales.

Partiendo de la aceptación de que existe un problema, lo importante es trabajar en comprender que «no lo tratamos antes por capricho o por que queramos manejar las cosas antes de tiempo, sino porque la influencia está llegando a unos niños y niñas que no tienen una capacidad reflexiva por su falta de maduración», señala Sáez.

La necesidad de abordar esta situación también la defienden desde Fapar. «Es precisamente, el consumo de este tipo de vídeos, lo que le hace a los niños llevar a la práctica los comportamientos violentos que ven en internet», denuncia Burón.

Por ello, desde Amaltea defienden una enseñanza preventiva de este tipo de influencias. Un trabajo que busca «la prevención del virus, como la vacuna del covid en su momento».

Este tipo de cuestiones sexuales y afectivas son importantes tratarlas en los jóvenes y, también preparar a los pequeños, antes de que sea tarde. «Nuestros hijos tienen que aprender y no es algo que podamos hacer los padres desde casa, por mucho que a algunos les interese decidir lo que aprende o no su hijo», concluye Burón.