Cuatro años y un día de la declaración del Estado de alarma

Moira, diagnosticada de covid persistente: «Estoy viendo la vida pasar»

Moira Guelbenzu y Berta Artiach tienen 52 años y ambas están actualmente de baja. Reconocen que «no hemos vuelto a ser las mismas» desde que contrajeron la enfermedad por los dolores y la medicación y que ha provocado un «cambio de vida» familiar, laboral y social

Berta Artiach y Moira Guelbenzu son amigas y ambas están diagnosticadas de covid persistente.

Berta Artiach y Moira Guelbenzu son amigas y ambas están diagnosticadas de covid persistente.

Eva García

Eva García

El covid persistente es una enfermedad para «volver loco a cualquiera» porque «me ha cambiado la vida» a nivel familiar, social y laboral. Es como «estar encerrada en un cuerpo de 90 años, estoy viendo la vida pasar». Quiénes hablan así son Berta Artiach y Moira Guelbenzu, dos amigas «de siempre». Las dos tienen 52 años y en estos momentos no pueden trabajar por culpa de la enfermedad. «Creo que no vamos a volver a ser las mismas», asegura Moira. Berta, sin embargo, cree que sí. Moira no se compara con la de antes de la enfermedad «porque te frustras» pero sí intenta «ser feliz de otra manera, contenta con todos pasos que voy dando», señala.

Ambas tienen secuelas aunque vivieron la enfermedad de manera diferente. Berta se contagió a principios de 2021 y estuvo confinada en casa, no necesitó ingreso. «Tenía mucho dolor de cabeza, la lengua se inflamaba... me pegué quince días en la cama». Se repuso bastante bien pero «a nivel cognitivo ya no llegué a ser la misma», explica. La vacuna «me sentó fatal porque debo tener un exceso de anticuerpos». Volvió a contagiarse en mayo de 2022 y «ya no levanté cabeza»: fatiga, dolor de cabeza, ataques de ansiedad, bronquitis espasmódica, etc. «El trabajo que realizaba rutinariamente se me acumulaba, todo se me hacía un mundo», cuenta. Además, comenzaron problemas de concentración y cognitivos. Confundía los semáforos y la velocidad, «era un peligro público». Desde entonces está de baja. El problema es que «nadie sabe cómo se trata», señala. Participa en estudios, ha ido aprendiendo a trabajar su cuerpo, con vida ordenada, alimentación equilibrada, pautas de ejercicio y así «sobrellevas el día, durmiendo mucho», eso sí. El día que te encuentras bien es porque «duermes 14 horas y te piden más de lo que puedes dar, pero no pueden entender que al día siguiente estés bajo mínimos o estés cinco días sin levantarte de la cama».

«Queremos recuperarnos e incorporarnos al trabajo pero no sé si seremos capaces»

También Moira hace referencia a ese cansancio y de ahí su expresión de «ver la vida pasar». «Era hiperactiva, deportista y ahora, a veces, voy a hablar con mi marido y no sé que iba a decirle». Ella explica que cree que se contagió en 2020. No dio positivo pero su padre estuvo ingresado y su madre también lo pasó y ella los estuvo cuidando. En marzo del 21 le diagnosticaron bronquitis y acabó con una neumonía bilateral. «Era covid», afirma. Tras estar ingresada le mandaron a casa con heparina, corticoides pero «tuve síntomas rarísimos, espasmos musculares involuntarios, iba a hablar con mi marido y no podía comunicarme». Fueron tiempos de viajes a urgencias, «diagnóstico de bronquitis, infecciones de orina, sinusitis y todo tipo de itis». Fue al médico «desesperada» y le recomendaron uno que hablaba de un retroviral que se estaba en ensayos en EEUU. Lo tuvo que pagar: entre 4.000 y 5000 euros. «Fue mi resurrección», reconoce. Mejoró, se incorporó a trabajar pero año y medio después se volvió a contagiarse y «otra vez bronquitis». Ha perdido gran parte de su fuerza respiratoria.

Ambas tienen incapacidad laboral temporal. En el caso de Berta «termina dentro de unos meses», luego ya veremos. «Me quiero recuperar y quiero incorporarme a trabajar, pero no sé si seré capaz». También a Moira se le acerca el tribunal para determinar su futuro. «Intentas reinventarte, sacar fuerzas de donde sea», asegura, pero no siempre se puede. Ellas tiene el apoyo de sus familias, la asociación y sus empresas. «Somos afortunadas», reconocen, porque pueden acceder a la sanidad privada y llevar un estilo de vida tranquilo que «no todo el mundo puede».

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