Devoción y fiesta. Las calles de Zaragoza se llenaron ayer de miles de feligreses, visitantes y curiosos para presenciar las primeras procesiones en un cálido y soleado Domingo de Ramos, una jornada religiosa cuyo icono característico son las palmas blancas. Se trata de una de las primeras manifestaciones litúrgicas de la Semana Santa de la ciudad, que sin duda crece cada año en popularidad y vistosidad. Y más aún si acompaña el buen tiempo, que hizo brillar las estaciones de penitencia y vía crucis para gozo de las cofrades de la Humildad, la Coronación, la Columna, el Prendimiento, la Humillación, el Silencio y el Nazareno.

El epicentro de este día, que según la tradición cristiana marca el fin de la Cuaresma (40 días antes de la Pascua) y el inicio de la Semana Santa, estaba en la iglesia de Santa Isabel de Portugal, también conocida como de San Cayetano, situada en la plaza del Justicia. Allí, cientos de personas esperaban pasadas las 11 de la mañana la salida de la procesión de las palmas o de la borrica, con la que la cofradía de la Entrada de Jesús en Jerusalén abre la recreación de la Pasión zaragozana. A la 12 en punto empezaron a darse los primeros compases con el singular sonido de las carracas, al que pasados unos minutos se fueron uniendo los toques de las cornetas, los redobles de los tambores y los golpes de los bombos.

Los niños volvieron a ser protagonistas de esta procesión, cuya imagen de Jesús montado en una burra llamó la atención de los más pequeños. Estos, entre toque y toque, apuraban las chucherías que adornaban sus palmas, que les servían también de juguete improvisado. Entre los mayores, muchos portaban también palmas y ramas de olivos y seguían con devoción y expectación el paso de la procesión, que recorrió las calles como Manifestación, Alfonso, los Cosos y San Vicente de Paúl.

Entre el público también había algún turista, como el francés Stefan Schwob, que está pasando unos días de vacaciones en Zaragoza. «El sonido de los tambores y bombos impresiona, pero lo que más me gusta es el ambiente de tapas y alegría de después», confesaba en un perfecto español.

Esta larga procesión fue el preludio de otra más extensa en el tiempo (ya por la tarde) y que cuenta con numerosos seguidores, la de los nazarenos de Jesús de la Humildad Entregado por el Sanedrín y de María Santísima del Dulce Nombre. Un centenar largo de costaleros portaron sus dos pasos y volvieron a impresionar a los presentes.