TITULO: El canto de una generación

AUTORES: Bondía, Cerdá, Gimeno, Torrens, Villarrocha

LUGAR: Sala CAI Luzán

FECHA: Hasta el 23 de enero

Como cada año, la sala Luzán presenta la obra de cinco artistas aragoneses sin otro criterio de selección que el derivado de su común lugar de origen. Dado que no hay interés alguno en propiciar encuentros, diálogos o reflexiones en torno a un motivo concreto, con independencia de su naturaleza discursiva, es lógica la disposición compartimentada del montaje, a modo de stands.

El proyecto tiene continuidad en el tiempo con la presentación individual en la sala de cada uno de los artistas convocados. Aun cuando sería deseable un cambio de planteamiento en la propuesta, más acorde con las expectativas de las artes en la actualidad, las condiciones en las que sobreviven la mayoría de los artistas la convierten en una de las escasas oportunidades de que disponen para mostrar su trabajo más reciente.

Una situación ciertamente lamentable y, lo que es más grave, con perspectivas de empeorar si la voluntad política no lo remedia y las instituciones privadas deciden continuar con los tradicionales esquemas, sin otras pretensiones que las estrictamente locales.

Como cada año, la sala Luzán se llena de artistas y amigos. El éxito de la convocatoria ya consolidada en el tiempo no ha de pasar por alto, sin embargo, la necesidad de actualizar los objetivos que la dirigen, obviando el falso optimismo que parece desprenderse del título elegido, ciertamente forzado por ser ajeno a las trayectorias vitales e incluso sensibles de los artistas invitados. Me parece que todos estamos para pocos cantos. Pese a todos los inconvenientes, Jesús Bondía, Pepe Cerdá, Santiago Gimeno, Chus Torrens y Vicente Villarrocha han correspondido a la invitación con una breve y rigurosa selección de obras, significativamente elocuentes de las líneas que en la actualidad guían su trabajo. A todos ellos, acompaña la reflexión crítica de Jaime Angel Cañellas, autor del texto incluido en el catálogo que acompaña a la muestra.

Jesús Bondía inicia el recorrido con una secuencia de imágenes digitales que abundan en la continua formulación del paisaje que las artes reclaman para situar y significar el lugar de la experiencia. Ningún otro guía como Villarrocha para descubrirnos desde la pintura los secretos de la ciudad de Roma, motivo de su serie pictórica. Nunca los gestos y las imágenes fueron tan reveladores de la exquisita sensibilidad de este artista, explorador de paraísos ajenos, como le define Jaime Angel.

El itinerario continúa en la confusa instalación de Chus Torrens, un espacio enredado en el poder del símbolo, y desemboca en la secuencia pictórica de Pepe Cerdá, atenta en esta ocasión a la descripción del paisaje vivido. Atraviesan la exposición las sobredimensionadas esculturas en hierro de Gimeno, alusivas formalmente al laberinto de la redes informáticas.