INTERPRETES: Royal Philharmonic Orchestra, Matthias Bamert (director)

LUGAR: Sala Mozart del Auditorio

FECHA: Jueves, 6 de noviembre

ASISTENCIA : Lleno

La Temporada de Otoño del Auditorio se vestía ayer de gala para recibir una nueva visita de la siempre estupenda Royal Philharmonic Orchestra. El conjunto londinense vino dirigido por el suizo Matthias Bamert, uno de sus colaboradores habituales. Andreas Haefliger, igualmente suizo, asumía el rol solista en el Concierto en sol de Ravel, una maravilla llena de filigranas y detalles minuciosos que ponen a prueba tanto al solista como a orquesta y director. Bamert consiguió poner todo en su sitio con precisión de relojero, dejando que sus músicos lucieran sus bondades (qué magníficos solos de arpa y corno inglés). Entretanto, Haefliger desplegaba musicalidad a raudales en el precioso Adagio assai y técnica deslumbrante en los virtuosísticos movimientos extremos.

Habían abierto la sesión tres conocidos fragmentos de Rosamunda de Schubert: obertura, segundo Intermedio y segunda Música de ballet . Bamert realizó una lectura romántica, volcada hacia el rico sonido de las cuerdas y exigiendo buen volumen en los solos de maderas.

Al igual que en esta obra, en la Quinta de Beethoven que ocupó la segunda parte, director y orquesta tomaron una opción que no sigue precisamente las modas actuales, más centradas en el contexto histórico, aunque tampoco renegara del mismo (véanse la rapidez de los tiempos o la no tan común repetición en el final). La Quinta que escuchamos ayer fue vital y enérgica. Las líneas melódicas sonaron claras y firmes, sin el menor atisbo de preciosismo. Maderas y metales hicieron un esfuerzo por tomar protagonismo en el color orquestal y el equilibrio nunca falló. El mismo impulso destacó en la propina: la brillante obertura de Russlan y Ludmila de Glinka.