TITULO: Diego Rivera. La Colección del Estado de Veracruz

LUGAR: Centro de Exposiciones y Congresos Ibercaja

FECHAS: Hasta el 31 de diciembre

El 6 de enero de 1907 llegaba Diego Rivera (Guanajato, 1886-Ciudad de México, 1957) a Madrid. Tenía 20 años, medía más de un metro ochenta y pesaba 130 kilos. Así se recordó en sus memorias el que sería uno de los protagonistas principales del muralismo mexicano. Antes hubieron de pasar algunos años, durante los cuales el gran artista mexicano dio cuenta de su fuerte carácter e increíble capacidad para aprender y asimilar sin ningún tipo de rigidez programática los lenguajes de vanguardia.

Es precisamente la etapa de formación en Europa el núcleo central de esta exposición, que inicia su recorrido con una breve secuencia de obras realizadas antes de su viaje europeo, y culmina con una serie de dibujos y pinturas realizados desde su regreso a México en 1921, hasta 1956, un año antes de su muerte. Todo el conjunto expuesto procede de la Colección del Estado de Veracruz, cuyo origen fueron las obras que Diego Rivera iba enviando en compensación por la beca de estudios concedida por el entonces gobernador de Veracruz.

En la versatilidad de estilos y técnicas reside el interés de las obras en exposición, y también la dificultad del visitante para comprender al Diego Rivera menos conocido, máxime cuando se trata en exclusiva de los fondos de una colección.

La reconstrucción del itinerario europeo que la colección nos propone arranca con tres pinturas de corte naturalista, un retrato y tres paisajes, realizados en México. Tras este preámbulo, encontramos un bodegón fechado en 1908, de factura deudora de Zurbarán, cuyas obras copió junto a las de Velázquez o Goya en sus numerosas visitas al Prado, al tiempo que asistía al taller del pintor Eduardo Chicharro y participaba en la tertulia del café Levante que dirigía Valle-Inclán.

En 1909 Rivera se trasladó a París, desde donde viajó a Bélgica con su compañera, la artista rusa Angelina Beloff, de quien pintó un retrato simbolista en 1911. Desde ese año alternó su estancia entre París y diferentes ciudades españolas, cuyos paisajes motivaron su atención y el deseo constante de experimentar con nuevos lenguajes, como queda de manifiesto en el ejercicio puntillista del paisaje catalán. De 1913 son sus primeras composiciones cubistas de interpretación muy personal, fuera de programas y ortodoxias; una cualidad esencial que proclamó Ramón en su exposición de Pintores Integros (1915) que incluyó obras de Rivera, amigo y miembro de la tertulia de Pombo desde su fundación.

Italia fue el último destino de su estancia europea, antes del regreso a México en 1921. Las obras y técnicas de los grandes maestros italianos fueron decisivas en la formulación de un estilo personal que Diego Rivera quiso poner al servicio de su país.