Chuck Palahniuk dijo a este diario en mayo del 2002, cuando asistió en Barcelona al congreso de jóvenes escritores norteamericanos The Next Generation, que el único sueño americano que existe es el deseo de ser rico para poder aislarse del mundo. Y Palahniuk es un clarividente intérprete de la sociedad estadounidense. Una especie de Don DeLillo con sentido del espectáculo. La larga (y alucinante) tradición de artistas voluntariamente reclusos parece apoyar la teoría de Palahniuk: Howard Hughes, Elvis Presley, Brian Wilson, Phil Spector (actualmente acusado del asesinato de la actriz Lana Clarkson), Prince y, por supuesto, Michael Jackson en su rancho Neverland, en California.

Neverland. El País de Nunca Jamás del niño que no quería crecer Peter Pan. Jackson bautizó así la finca que adquirió en 1987 por 19 millones de euros. El artista convirtió la propiedad en un parque de atracciones en el que no falta de nada.

Neverland fue el apacible mundo paralelo de Jackson hasta 1993. A nadie le parecía raro que invitara a chicos de los orfelinatos de la zona. Hasta era visto como un gesto filantrópico. Las diversiones mecánicas y las fieras eran consideradas una excentricidad más del excéntrico oficial del mundo del espectáculo.

El mundo paralelo (y secreto) de Jacko estalló en mil pedazos en agosto de 1993. El turbio Evan Chandler, padre de un fan de Jackson al que éste había conocido de manera fortuita en Los Angeles 15 meses antes y al que desde entonces había colmado de atenciones, pidió 20 millones de dólares al ídolo por no revelar que había abusado sexualmente de su vástago Jordy, de 13 años. En su poder tenía un informe de un psiquiatra que hablaba de "una sospecha razonable" de abusos sexuales y una confesión del niño hecha bajo los efectos de cierta droga de la verdad.

BOMBA INFORMATIVA

El psiquiatra no había visto a la supuesta víctima y la confesión había sido obtenida por el propio Chandler haciéndole a su hijo preguntas que llevaban implícita la respuesta deseada. Jackson hizo caso omiso de lo que consideró una extorsión.

Lo siguiente que supo fue que la policía había entrado en Neverland en busca de pruebas y que los medios de comunicación volvían a prestarle atención. demasiada atención. En una escala de delitos infames, la pederastia ocuparía el primer puesto. ¿El rey del pop menorero? La prensa enloqueció con esta bomba informativa.

Jackson pasó en un plis plas de marciano tolerado a monstruo monstruoso. Neverland dejó de ser una mansión fantástica para convertirse en una casa de los horrores. Así las cosas, Jackson entregó una fortuna a Chandler y el caso se quedó sin víctima y, por ende, no llegó a los tribunales.

Desde entonces, sus intentos de acercarse a la normalidad no han hecho sino terminar de dibujar al perfecto freak multimillonario. Un año después de su verano horribilis se casó con Lisa Marie Presley, la hija del rey del rock and roll. El real matrimonio no tuvo hijos y se divorció en 1996 entre rumores de que su actividad sexual había sido nula. La enfermera Debbie Rowe fue su siguiente esposa. De ella tuvo Jackson dos hijos, Prince Michael y Paris Michael Catherine, ambos concebidos por inseminación artificial. Una vez cumplida su función reproductora, Rowe accedió a divorciarse.

El año pasado Jackson presentó en sociedad a su nuevo retoño, Prince Michael II, desde un balcón de un hotel berlinés. La imagen del artista suspendiendo en el vacío a un bebé con el rostro velado es de las que no se olvidan. Otro tanto sucede con la declaración de amor a los niños que le hizo al periodista Martin Bashir, autor del malicioso documental Living with Michael Jackson . Estaba cantado que volvería a tener problemas.