Un magistral Enrique Ponce, completísimo en todos los órdenes, salió a hombros ayer en Valencia tras cortar una oreja a cada uno de sus dos toros, en una corrida lamentablemente ensombrecida por el fantasma del afeitado .

Se lidiaron reses de toros de Juan Pedro Domecq, justos de presencia y, lo que es peor, presumiblemente, afeitados . Cornicortos y con las puntas como brochas. Una vergüenza. Toros, además, sin casta ni fuerzas.

Enrique Ponce: estocada (una oreja con fuerte petición de la segunda); y estocada (una oreja y de nuevo fuerte petición de otra).

José María Manzanares, hijo: estocada (ovación); y estocada baja (ovación tras leve petición).

Juan Avila, que tomó la alternativa: dos pinchazos y estocada caída (ovación tras insignificante petición); y media atravesada (palmas tras un aviso).

A pesar de la indignante presentación del ganado, la tarde tuvo también un componente muy brillante: la maestría de Enrique Ponce, que estuvo sencillamente torero en sus dos faenas.