El realizador francés, reconocido guionista, ha dirigido solo cinco largometrajes, todos ellos de éxito.

Su nueva obra, el thriller carcelario Un profeta, ha recibido el aplauso de la crítica, ganó un premio en Cannes y opta a un Oscar

¿Por qué es el personaje de su película un profeta?--Un profeta es quien anuncia la llegada de algo, y el personaje, Malick, encarna el anuncio de un nuevo tipo de gánster. Yo lo definiría como el anti-Scarface. Será un buen padre, su hijo no será un gánster, será un maestro o un doctor. Para mí es casi como un ángel.

--Como los protagonistas de otras películas suyas como Un héroe muy discreto (1995) y De latir mi corazón se ha parado (2005), es un hombre con gran capacidad de adaptación, un superviviente. ¿Qué le atrae de este tipo de personajes?--Hace poco me pregunté, ¿por qué mis películas se parecen tanto entre ellas? Supongo que dejo pasar tanto tiempo entre ellas que me olvido, siempre tengo la impresión de hacer una película nueva. En cualquier caso, me interesan los personajes en proceso de autoeducación, porque el espectador va siempre a la misma velocidad que ellos. Son hombres hechos a sí mismos aunque aún no acabados, que tienen algo que probar. A lo largo de Un profeta, Malick adquiere conciencia de su religión, de su inteligencia, de su fuerza. Al actor que lo interpreta, Tahar Rahim, le pasó lo mismo. Empezó el rodaje siendo un joven inexperto, y lo acabó siendo un verdadero intérprete.

Un profeta

--Y muy bueno. ¿Cómo dio con él?--Lo conocí por azar en el asiento trasero de un coche mientras trabajaba a las órdenes de un director amigo mío. Lo miré y fue suficiente, aunque no me fíe de mis instintos y probé a otros 40 actores antes de escogerlo. En sus ojos no había melancolía, ni tragedia, solo alguien muy abierto, muy luminoso, lleno de vida.

--¿Es Un profeta un modelo de cine carcelario o una subversión de ese género?--Tenga en cuenta que yo hago cine en Francia, y en Francia no existe la misma tradición de cine carcelario que en Estados Unidos. No puedo subvertir un género que no existe. Pero sí creo que es una obra subversiva, porque se trata de la primera película francesa en la que unos árabes desempeñan un papel positivo, no se trata de terroristas ni de integristas.

--¿En qué medida es la película un retrato social?--El sistema penitenciario de mi país es conocido como "la vergüenza de la nación", pero no quise denunciar esa situación. Eso sí, creo que la película retrata la nueva realidad existente. Pone en escena un cambio de régimen en el seno del crimen organizado, y funciona como microcosmos del ascenso al poder de los árabes en las prisiones francesas y en toda la sociedad.

--Hábleme del trabajo de campo. ¿Cómo logró recrear el interior de una prisión de forma tan realista?--En Francia no dejan de preguntarme cuánto tiempo estuve en la cárcel. La verdad es que no he estado nunca. Visité varias prisiones y luego simulamos una en un antiguo polígono industrial en las afueras de París. En Francia es imposible obtener permisos para rodar en una cárcel real, De todos modos, si hubiera podido rodar en escenario real no lo habría hecho, porque habríamos estado demasiado sometidos al escenario, y yo quería crear una herramienta cinematográfica.

--Un profeta ha sido comparada con El padrino y Uno de los nuestros, y de usted suele decirse que hace un cine de regusto americano, ¿le molesta?--Mi formación fílmica transcurrió entre el 1968 y 1980, y en esa época el cine independiente americano era fantástico. Tengo una deuda, sí, pero recordemos que directores como Scorsese y Coppola estuvieron muy influenciados por el cine europeo y asiático de los años 60. No estoy de acuerdo con que actualmente uno no pueda hacer cine de género sin que se le compare con referentes estadounidenses. A mí el cine americano actual no me interesa en absoluto.