Fue la terapia más cara de la historia pagada con caudales públicos. Román Gubern, que en 1977 dedicó un libro a la película Raza y colaboró en el documental de Gonzalo Herralde, y acaba de contribuir con un capítulo al volumen con el que la Filmoteca Valenciana acaba de conmemorar el centenario del director del filme (El destino se disculpa. El cine de José Luis Sáenz de Heredia), ha analizado cómo el dictador "proyectó todos sus fantasmas familiares", y no solo ideológicos.

La película, que, en palabras del historiador del cine Magí Crusells, es "el sueño cinematográfico de Franco", relata la historia de una familia gallega, los Churruca. El padre es un marino que muere heroicamente en Cuba (el de Franco era un intendente de la Armada); su santa esposa se llama Isabel de Andrade (un apellido de la rama materna de la adorada y sufrida madre del dictador) y entre sus hijos hay un republicano que se redime cambiado de filas (como Ramón Franco) y el héroe, José Churruca de Andrade, que acaba la película desfilando en el desfile de la victoria.

Hay algunos episodios delirantes sobre cómo Franco se proyectó a sí mismo de forma idealizada en la figura interpretada por el actor Alfredo Mayo. Uno de los primeros hombres de confianza de Franco consultados sobre el proyecto, Manuel Aznar, le hizo notar una debilidad del guión: si el protagonista tenía 7 años en la guerra de Cuba, al empezar la guerra civil tendría 45 años y sería un coronel o un general de brigada con cierta tripa, y no un apuesto capitán. Pero no cambió nada.

"Raza fue tal delirio que en 1955 Franco dijo a su ayudante que crearía una institución para viudas de guerra con los beneficios", explica Gubern. El delirio fue calculado. A partir de los años 50, y hasta que se descubrió la copia original en buen estado en Berlín, la versión que se proyectó fue una censurada por el propio régimen.