Una virtud tuvo el concierto de Andrés Calamaro, el sábado en Pirineos Sur, que congregó en el Auditorio Natural de Lanuza a varios miles de espectadores: gracias al tirón ejercido sobre el público muchos aficionados descubrieron la música del español Depedro, singular músico, amigo y compadre de Calexico y creador, como la banda de Tucson, de sonoros paisajes abiertos y difusos horizontes emocionales. Encontrar otros méritos, además del mencionado, en la actuación de quien ha sido uno de los grandes compositores e intérpretes del rock en español es tarea ardua y descorazonadora.

Tuvo Calamaro la picardía de armar una presentación con un repertorio que excedía los límites de Salmonalipsis Now, la reciente revisión en 54 canciones (con media docena de piezas inéditas) de aquella desaforada obra titulada El salmón, editada en cinco discos, que arrojó un total de 103 canciones, y preparar un programa más variado y conocido, que incluyó, además de piezas asalmonadas como Tuyo siempre, El salmón, canciones como Alta suciedad, Flaca, revisiones de Los Rodríguez (en Sin documentos invitó a tocar a Muchachito Bombo Infierno y su pareja de palmeros), Te quiero igual, El día que me quieras, El día de la mujer mundial, Ansia en la Plaza Francia, Mi propia trampa, Estadio Azteca, 7 segundos... Un programa perfecto para una velada que a Calamaro se le escapó prácticamente cruda. Ejerció de rockero sin brío y de crooner desnortado, muy lejos de las incursiones que en ese terreno realiza su amigo Bunbury, con una banda que desplegó más pose que sentido y sentimiento.

Diríase que Andrés no se encuentra en su mejor momento (en ocasiones su voz logró imponerse a duras penas sobre la música), cuando menos en lo que a directos se refiere. El sábado no vimos ni el pulso stoniano que tan bien domina, ni el carisma dylaniano que sabe desplegar. Llegó al recinto con la actitud de una estrella del rock y un séquito como el del rey de Marruecos, y abandonó el escenario al concluir la actuación sin pasar por los camerinos, como un Presley temeroso y agotado. Lo suyo había sido, parafraseando una de sus canciones, el día mundial de la canción ligera; ligera no cómo genero (muy respetable) sino en el sentido de ausencia de chicha.

MEDITERRÁNEO IBÉRICO Muy diferente se mostró Depedro (Jairo Zabala, o sea), que adaptó con tino a un recinto amplio como Lanuza lo que suele ser una oferta más propia de locales reducidos. A caballo entre el Mediterráneo ibérico y el desierto de Sonora, Depedro, cantado en español y en ocasiones en inglés, dinamita fronteras y taxonomías regionales escribiendo retazos de vida; esos que en Pirineos Sur conformaron un universo hermoso y pasional. Repasó generosamente canciones de sus dos álbumes (Depedro y Nubes de papel), recordó a Calexico y rindió tributo a Violent Femmes (Blister In The Sun), la banda norteamericana de culto creada a comienzos de los años 80 por Gordon Gano, Brian Ritchie y Víctor DeLorenzo. Todo eso resuelto en una interpretación repleta de matices y acompañado por grupo preciso y detallista. Luego, ya está dicho, llegó Andrés con las rebajas.