Lucian Freud, el más prominente de los pintores británicos vivos, autor de retratos de una penetración psicológica y un realismo feroz en los que desnudaba no solo físicamente a sus modelos, falleció ayer en su casa de Londres a los 88 años. Freud, nieto del fundador del psicoanálisis, Sigmund Freud, nació en Berlín en 1922 pero siguió a su familia en el exilio a Gran Bretaña en 1933 y se convirtió en ciudadano británico a los 17 años.

Su marchante de toda la vida, William Acquavella, fue quien comunicó anoche su fallecimiento. "Lloramos a Lucian Freud no solo como uno de los grandes pintores del siglo XX sino como a un amigo muy querido. Como el más destacado artista figurativo de su generación imbuyó tanto al retrato como al paisaje profundidad, drama y energía", dice el comunicado, en el que Acquavella destaca que Freud, que ha muerte tras una breve enfermedad, pintó prácticamente hasta el último día.

DESARRAIGO El desarraigo del joven Freud recién llegado a Londres marcó su carácter: "Era muy solitario, apenas hablaba inglés y me consideraban una persona con mal genio, algo de lo que yo estaba bastante orgulloso", confesó. Tras saltar por varios centros de formación artística y tener una breve experiencia en la marina mercante, Freud, gran amigo del artista británico Francis Bacon, se dedicó profesionalmente a la pintura desde los años 40.

En sus implacables retratos de Freud, que no siempre satisfacieron a los menos avisados de sus clientes (una de ellas llegó a quemar el cuadro, enfadada por la tremenda papada con la que aparecía), Freud solía utilizar como modelos, siempre en su vetusto estudio de Londres, a personas de su entorno, como su madre, él mismo o alguna de las muchas mujeres con las que mantuvo relaciones.

A pesar de sus nada complacientes pinturas, Freud también recibió algunos encargos oficiales. Uno de ellos, un retrato de la reina Isabel de Inglaterra que levantó un importante revuelo. En cambio, se negó a pintar al príncipe Carlos.

Una de sus pinturas, Supervisora de beneficios durmiendo, con una mujer obesa en un sofá, alcanzó en el 2008 la cifra récord en una subasta de una obra de un pintor vivo, con 33,6 millones de dólares. En ese momento, se apuntó como comprador al multimillonario ruso Roman Abramovich.

Una gran antológica, procedente de la Tate pudo verse en el CaixaForum de Barcelona en el 2002. Sin embargo, a pesar de su edad, el pintor siguió en activo después de esa fecha, reflejando en sus cuadros cada vez más la decrepitud de la carne. "Se ve a sí mismo como alguien inquietante y siniestro", afirmó su biógrafo William Feaver, refiriéndose a uno de sus últimos autorretratos.