Monegros Desert ha demostrado que es un evento capaz de regenerarse a sí mismo. En la pasada edición, la del 2010, a la organización del festival le entraron sudores fríos con un notable descenso de público (fueron solo 34.000 personas). Y tenían claro que para que Monegros subsistiera había que regresar a la mayúscula cifra de 40.000 espectadores. Dicho y hecho: más de 41.000 personas masticando tierra seca al son de más de 60 artistas en el que, probablemente, sea uno de los espectáculos musicales más singulares del mundo.

En estos tiempos en los que tanto se habla de conseguir más con menos, Monegros Desert lo ha logrado. Incluso la controversia de David Guetta sí, David Guetta no ha beneficiado, porque, quien más quien menos, se ha enterado de que el debate existía. Guetta es un disc jockey que llena pistas en todo el universo, pero no cabe duda de que lo hace con temas facilones, repetitivos y de dudosa calidad. También son dudosas su aptitudes ante una mesa de mezclas. Es el típico artista al que bien se ama y venera, bien se odia y defenestra. No parecía el desierto fragatino el lugar más propio para una sesión de este francés. Pero al César lo que es del César. Porque Guetta sorprendió a propios y extraños. Adaptó en la medida de lo posible su sesión en el Open Air Gobierno de Aragón, endureciendo su discurso musical, pero, sobre todo, con un impresionante espectáculo de luz y lasers, con enormes zancudos reflectantes en la escena. Salió airoso de la prueba y más de uno se cambio del bando de Guetta no al Guetta sí.

RIMAS Y GRAVES EN LAS CARPAS Si la tarde del sábado arrancó fuerte con sensacionales actuaciones como las de Luciano (quién homenajeó a Amy Winehouse pinchando uno de sus temas), Mulero, los zaragozanos RapsusKlei o Dr Lektroluv, ya durante la noche hubo momentos apoteósicos. A la vez que Guetta sonaba, andaba sobre el escenario San Miguel un genial Busta Rhymes. Nadie le negará a este rapero americano que controla el público como nadie. Y una de las mejores sesiones, bajo el techo de Red Bull Academy, fue la de Gaiser, que consiguió tener a miles de personas en tensión. Pero es que hay tanto que ver y bailar en Monegros: Locodice impuso su cátedra; Vitalic y Carola se conocen este festival al dedillo y saben qué tienen que dar al voraz público estepario. Quizá en el debe de este año, todo un Richie Hawtin algo falto de ideas. Se espera siempre mucho del capo de Mnus, y en esta ocasión no deslumbró tanto.

Será el cambio climático, será la culpa del gobierno... quien sabe. El caso es que bailar en Monegros es pasar frío cuando el sol se esconde. Al menos van tres o cuatro ediciones en los que jerseys y chaquetas forman parte del petate festivalero. Fue en esta ocasión el viento el que ya iba avisando por la tarde de que el mejor consejo era meterse en el meollo humano, entre otros miles de cuerpos electrizados, para protegerse de la baja sensación térmica. Otro elemento cada vez más utilizado es la mascarilla. Sí, como la que se vendió masivamente cuando aquello de la gripe A. Se vieron cientos de ellas por no ir respirando polvareda.

Entre los más de 41.000 espectadores, desembarco de franceses. Y como siempre, mucho italiano también. Todos se fueron con la sensación de haber vivido una experiencia diferente, única. Y se encargarán de divulgarla y seguir haciendo crecer la leyenda de Monegros Desert Festival.