El catalán Kiko Veneno actúa esta noche en Pirineos Sur en una noche en la que comparte cartel con Russian Red, desde las 22 horas.

--Más de un año después de que iniciara la gira de su último disco Dice la gente, ¿qué valoración hace de la misma?

--Muy buena, ha funcionado tan bien que ni nos lo imaginábamos cuando estábamos grabando las maquetas...

--¿Cómo han evolucionado durante este tiempo las canciones sobre el escenario?

--Todos los temas tienen su versión en directo, pero La chispa sí es una canción que tocamos y la hemos perfeccionado. Pero en un concierto siempre hay lugar para la improvisación en la interpretación. Todas las canciones están abiertas.

--¿Es Dice la gente su mejor disco?

--No lo sé. Sí es verdad que estoy en una etapa de madurez en mi vida en la que todo que se me ocurre lo plasmo en la música, atravieso por una espiritualidad que me parece muy bonito poder transmitirla, pero no me centro nunca en un sonido determinado. Las canciones nuevas son más roqueras, incluyen el blues de Mali... Puede que sea un disco muy combativo, que tiene muchas letras sociales que hablan de la gran crisis que atraviesa el mundo, y todo lo plasmo en melodías que se me vienen.

--Si por algo se ha caracterizado su carrera es por ir introduciendo sonidos diferentes en cada disco, ¿es fruto de su inquietud musical?

--Somos receptores antes que emisores y siempre hay que escuchar lo que hacen los demás. Siempre nos está llegando algo que luego traduciremos en algún momento del trabajo.

--Su música desprende alegría, algo que se agradece en un momento como el que estamos...

--La alegría es necesaria siempre. Y más ahora que estamos aguantando a unos mangantes que están organizados para mangarnos al ciudadano todo lo que puedan. Es todo una paradoja tremenda. Tenemos que se consciente de que hacen que la economía sea un galimatías para ocultarnos la letra pequeña y poder seguir robándonos. Se dedican a hacer trenes que no coge nadie, carreteras intransitadas, y todo para que se puedan repartir comisiones. Y yo noto que tengo una responsabilidad enorme y clara que me lleva a ser consciente de tener que comunicar todas estas cosas. Mi música debe servir para concienciar y que la gente tome determinadas posturas, aunque con un ritmo y melodía que alegre el espíritu. Si nos quitamos las ganas de hacer bonita la vida, sería un desastre, reconoceríamos nuestra derrota.

--¿Qué le parece el movimiento 15-M?

--El 15-M es un conato de respuesta a lo que te estaba contando. Ha sacado un millón de personas a la calle para decir que estamos hartos de la clase corrupta que hay en países como España o Italia. Es un momento de partida para hacer pensar a la gente desde un movimiento ciudadano consciente y serio. El sistema debe darse cuenta de que no vamos a transigir más y que es un movimiento activo, organizado y que practica la resistencia pacífica.

--¿Y el lío que se ha montado en la SGAE?

--Desde el punto de vista cuantitativo, y será verdad, la desviación de capital es ridícula comparándola con cualquier concejalía de pueblo de tercera división. Es la triste realidad. El obstáculo mayor es que solo existía una sociedad de gestión de los derechos de autor y esto ha implicado que tuviera cierta connivencia con los poderes del Estado, que probablemente haya dado pie a la desviación y al mangoneo. Está claro que lo que hay que hacer ahora es definirla y refundarla para callar a mucha gente de otros campos que lo que quieren es quitar los derechos de autor. Esos a los que les regalan trajes o los que jalean a Telefónica, son los que quieren que los trabajadores de la cultura no cobremos ni un duro, porque nos ven como unos comunistas rojos. No aceptan la cultura como creación de riqueza porque es crítica con la política, es la rama más rebelde.