En la calle Conde Aranda, esquina con la calle Mayoral se encuentra la carnicería Pignatelli. Aparentemente nada llama la atención, pero de puertas para adentro encontramos una historia muy singular. Al abrir el portón de color rojo saluda amablemente un chico joven, rubio, de ojos azules y con un evidente acento argentino. Él es Diego Omar, natural de un pueblo de la Pampa argentina, donde se dedicaba a la ganadería y ya comenzaba entonces con el negocio de la carne.

Sin embargo, el motivo de su llegada a Zaragoza fue por razones muy diferentes: "Me fui durante cuatro años a trabajar a Buenos Aires, había una vacante en una compañía que preparaba un espectáculo aéreo. La idea me encantó, yo tendría que encargarme de la parte técnica, el montaje del escenario y el manejo del actor", explica Diego Omar con la gracia particular que caracteriza a los argentinos. Así cuenta cómo surgió el emblemático espectáculo de la Expo 2008 El hombre vertiente: "En Argentina preparamos el espectáculo para presentarlo en Zaragoza y el éxito fue indudable, así que pasamos aquí seis meses entre montaje, preparativos y el tiempo que duró la exposición".

En la Expo, como en casa

El hombre vertiente era conocido ya por todos los aragoneses y el numeroso grupo que hacía posible el espectáculo se sentía como en casa: "Salíamos mucho de fiesta y nos encantaba ir al recién inaugurado recinto de Las Playas, tanto disfrutábamos de la noche zaragozana que no pude evitar fijarme en una maña. ¡Quién me iba a decir que ahí conocería a la mujer de mi vida!". Ahí surgió su historia de amor con Maite Martitegui, de la que ya no se pudo separar una vez concluida la Expo y finalizado el espectáculo: "Todos mis amigos volvían a Argentina y mi corazón se dividía entre mi familia y amigos, y ella". Finalmente Diego Omar decidió quedarse unos meses más para poder conocerse y, así comenzó a trabajar en un bar sirviendo copas. Después, volvió a Argentina, para visitar a la familia, pero sin una idea firme de quedarse: "Volví yo a verle y así conocí a la familia, cuando regresé a España no tardó mucho en venirse él también, ya de forma definitiva", cuenta Maite Martitegui, su esposa.

Diego Omar no lamenta para nada la decisión que tomó, se siente ya un zaragozano más: "Estoy encantado con la gente, la ciudad y el ambiente que se respira. Zaragoza es una ciudad grande, pero tiene un aire a mi pueblo de origen". Decidió continuar el negocio de la carne que había empezado en Argentina y comenzó a trabajar junto a Miguel Elduque, el que es su compañero ahora, en una carnicería en el barrio de La Jota. Poco tiempo después decidió aventurarse y abrir la carnicería que, desde hace apenas un mes, regenta: "Me gustó mucho el barrio, la gente es encantadora y muy amable. Los anteriores propietarios se portaron muy bien y nos presentaron a la clientela, que pese al tiempo en el que estamos es bastante". La carnicería tiene un toque familiar y argentino que le asegura el éxito. Además, él mismo se ofrece para explicar cómo preparar platos argentinos: "Mezclamos la gastronomía con la cultura. También tenemos lo tradicional de siempre, pero intentamos innovar con cosas nuevas, diferentes variedades y una amplia carta de carnes y cortes".

Es así como el joven argentino de El hombre vertiente se convirtió en un zaragozano más que, aunque reconoce que en ocasiones echa en falta pasar unos días con su familia o tomar unos mates con sus amigos, ama Zaragoza, su gente y no tiene intención de abandonarla. Respecto a El hombre vertiente la compañía está en Argentina intentando readaptar el espectáculo para un teatro más pequeño y con una puesta en escena menos costosa. Sin embargo, él ya no quiere saber nada más: "He tenido mucha suerte aquí, todo el mundo me ha recibido con los brazos abiertos. Tengo nuevos amigos y estoy encantado. Yo ya decidí mi vida y ya soy un aragonés más", concluye el carnicero Diego Omar.