LA GUERRA DE INVIERNO

AUTORA Ariadna G. García

EDITORIAL Hiperión y Fundación Cultural Miguel Hernández

PÁGINAS 74

Todo nació de un viaje a Finlandia, un territorio inhóspito que, sin embargo, la madrileña Ariadna G. García convierte en un refugio necesario para un mundo que ha de venir sustentado en unos valores completamente diferentes que los que dirigen la vida. O quizá no depende del ser humano, en general, sino de las circunstancias en las que habita. Cuando el paisaje natural no deja el color blanco ni en verano y cuando el hielo es una característica inevitable de la realidad que te rodea, es el momento de la solidaridad, de la importancia de la vecindad.

Ariadna G. García ganó el Premio Miguel Hernández con su obra La guerra de invierno (Hiperión), un poemario de 74 páginas en el que realiza un viaje por tierras finlandesas en el que juega con la dicotomía espacio-tiempo y que presentará en la librería Antígona de Zaragoza en septiembre. A lo largo del viaje, la poeta madrileña va tejiendo una tela de araña, que atrapa a través de las palabras, en la que lo mismo cuenta la historia de un cazador de ballenas como denuncia la absurda hipocresía de las guerras y la violencia, sin dejar de lado ese sentimiento de vecindad, de solidaridad, la relación del ser humano con la naturaleza o el amor entendido como un todo que sazona buena parte de las experiencias vitales.

EL IDIOMA DEL LENGUAJE Clama en uno de sus poemas Ariadna G. García, un artista trabaja en sus retratos / para pintar el alma de la gente, / tú aprendes un idioma / para sentir el alma de la tierra. Y es entonces cuando uno comprende la magnitud del idioma que utiliza la poeta en esta obra. Una lengua moldeable que lo mismo te lleva al siglo XIX que recrea la dureza del clima de Finlandia que se puede combatir desde el amor (Demoro dirigirme hacia la ducha helada / porque sé que este instante / no habrá de repetirse).

En el camino, no deja (más bien, no puede dejar) de lado la cruenta guerra que da título a su poemario (el intento de invasión de la URSS a Finlandia en 1939, tres meses después de que comenzara la segunda guerra mundial) con una mención especial a Birger Wasenius, un patinador de hielo, ídolo en el país (medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Berlín en el año 1936) que murió a manos de las tropas soviéticas. Lo efímero del triunfo y la cercanía del final se dan la mano en un relato tan demoledor como reivindicativo.

CÍRCULO POLAR ÁRTICO Y después, como otra pata fundamental de la obra, el amor. Ese que puede convertir el Círculo Polar (la zona más despoblada del planeta) en la casa más habitable del mundo (Estás conmigo aquí. / Nada me falta). Es el momento de disfrutar del paisaje y de todo lo que puede ofrecer la compañía de alguien importante. Es Finlandia, la tierra del frío más cálida de la Tierra si uno lee La guerra de invierno.

En cualquier caso, por encima de todas las apreciaciones y teorías expuestas, la mejor manera de acercarse hasta esta obra es haciendo caso del primer poema con el que da el pistoletazo de salida: Te prometo mi asombro, / la mirada / virginal y curiosa / de los gatos, / dos ojos sin historia. Descubrir cada lugar (y cada sensación) como si nunca hubieras oído hablar de él. Al fin y al cabo, La guerra de invierno no es más que hacer realidad una máxima con la que concluye uno de los poemas la propia autora: Disfruto el sueño que he tenido el valor de imaginar.