'LA INDUSTRIALIZACIÓN DE BINÉFAR. DESDE SUS ORÍGENES HASTA 1975.

AUTORA: Silvia Isábal

EDITA: Asociación de Empresarios de la Litera y Cellit.

En los últimos años, se han escrito importantes tratados sobre la historia económica de Aragón. Son buen ejemplo de ello los libros y monografías del profesor universitario Luis Germán Zubero, auténtica referencia en investigación del desarrollo industrial de la comunidad, o los dos volúmenes de La Historia de la Industrialización de Zaragoza del también profesor, en este caso tristemente desaparecido, Mariano Hormigón. O, por supuesto, los trabajos y estudios de otros académicos aragoneses como Eloy Fernández Clemente, José Antonio Biescas, Vicente Pinilla o José Ignacio Gómez Zorraquino. Todos estos profesores universitarios han realizado un intachable y meritorio esfuerzo de investigación, análisis y presentación.

Ahora bien, la historia económica de la comunidad está plagada de episodios singulares, desconocidos, ignorados en las series estadísticas y apenas bosquejados en enciclopedias, en tratados generalistas o en tesis doctorales de enorme especificidad técnica. Las variables presentadas fríamente esconden el verdadero relato sobre la transformación económica de Aragón, que es tanto como decir sobre la transformación misma de la sociedad. Detrás de cada empresa, en cada ciudad o en cada pueblo de Aragón, solían darse unas circunstancias y unas condiciones, pero sobre todo unas historias personales y unos desafíos que motivaron que unos pueblos prosperaran y otros no. Hoy lo llaman emprendimiento.

ECONOMÍA Y ACERVO CULTURAL En el libro La industrialización de Binéfar, desde sus orígenes hasta 1975, la investigadora Silvia Isábal ha ordenado la evolución empresarial vivida por la localidad oscense entre finales del siglo XIX y 1975. La obra, documentada, ilustrada y literariamente eficaz, debería servir de ejemplo para otros muchos municipios aragoneses cuya particular transformación económica lleva camino del olvido, al no haber sido estudiada, ordenada y plasmada. En el prólogo del libro, editado por la Asociación de Empresarios de la Litera y el Centro de Estudios Literanos (Cellit), el catedrático de Organización de Empresas de la Universidad de Zaragoza, Vicente Salas, felicita la publicación por cuanto "es un primer paso para conseguir que la economía, entendida por las actividades de producir e intercambiar que permiten la satisfacción de necesidades humanas tangibles e intangibles, entre a formar parte del acervo cultural de los territorios". Y es que el libro La industrialización de Binéfar no solo sistematiza datos y hechos, puestos en orden tras dos años de minuciosa indagación, sino que traza una idea muy clara de cómo evolucionó económica y socialmente uno de los escasos pueblos de Aragón que incrementó población, capacidades y atractivo durante el siglo XX.

El trabajo de Silvia Isábal, que combina su faceta investigadora con la regencia de un negocio familiar heredero de la transformación que hoy ella misma estudia, es riguroso, exhaustivo e interesante. Es riguroso porque la autora no especula, deja poco pie para la elucubración y bebe de fuentes fiables: matrículas empresariales, anuarios de la cámara de comercio, testimonios directos y bibliografía amplia. Es exhaustivo porque agrupa las actividades por sectores, y los interrelaciona entre ellos: la transformación agraria y los productos alimenticios, la maquinaria y el metal, la cerámica y la construcción, el textil y el comercio, etc, enlazando unas historias con otras y poniendo de relieve la figura del empresario-promotor. Y es interesante porque llena un hueco y porque está muy bien escrito y profusamente ilustrado.

Pero La industrialización de Binéfar, desde sus orígenes hasta 1975, es, además de riguroso, exhaustivo e interesante, un libro pertinente, ameno y estructurado, listo para leer de un tirón o para picotear por capítulos. También respetuoso con todos los aludidos, pues al abordar una etapa convulsa, no solo por tensiones políticas sino bélicas, en un municipio castigado por una guerra civil que allí no pasó de largo, lo hace con gran delicadeza para que nadie se pueda sentir maltratado, ofendido o simplemente preterido.

La autora rehúye la tentación de pasarse de apasionamiento, o de subjetividad, factor a tener muy en cuenta para entender la idea que Silvia Isábal intenta demostrarnos en este documento. Aparte de ordenar y de describir las actividades industriales de Binéfar, la autora defiende y constata la tesis de que en el municipio se inoculó un gen emprendedor que permanece. No pasa por alto Isábal que existían condiciones necesarias (la llegada del ferrocarril Zaragoza-Barcelona primero y del agua después con el canal de Aragón y Cataluña), pero en todo caso insuficientes para que explotara industrialmente como lo hizo, de manera constante y casi ininterrumpida desde principios del siglo XX. Para la autora, este empuje tuvo mucho que ver con unas élites comarcales muy dinámicas, una suerte de burguesía mercantil más propia de los medios urbanos que del mundo rural de la época.

Pero, ¿de dónde salió esa burguesía mercantil? La autora considera que fue fundamental el tipo de reparto de la propiedad derivada del regadío, con la existencia constante de pequeños propietarios desde principios del siglo XX. Siguiendo la tesis del estudioso literano Pepe Espluga, profesor de Sociología en la Universidad Autónoma de Barcelona, los adinerados de la comarca eran los que atesoraban más tierras y al tener que transformarlas en regadío, tuvieron que vender parte de las mismas, con lo que se produjeron dos efectos. Por un lado, una importante atomización de la propiedad y por otra, la necesidad de asociarse para modernizar el campo y cambiar el modo de cultivo de secano (planta, espera y siega). El resultado es que se acabó beneficiando el emprendimiento.

ESPACIO DE ENCUENTRO Binéfar, con buen transporte y caudales de riego mejorados con la construcción del embalse de Barasona, fue destino de vecinos de la comarca y de industriales llegados de Barcelona o de Zaragoza, pero durante todo este tiempo predominó el capital local. Tantas empresas dieron lugar a un tejido obrero, un aspecto que apenas se aborda en este trabajo, centrado en el empuje de una burguesía fascinante capaz de fabricar y vender por media España desde aperos agrícolas y cocinas económicas, a galletas, leche condensada y prendas de punto. O de atraer al municipio la desmotadora de algodón ubicada en la latitud más al norte del mundo.

La industrialización de Binéfar es, en definitiva, un libro evocador para los vecinos de la población y un ejemplo a seguir en otros municipios de Aragón que merecerían una obra de esta altura. Aunque para lograrlo, deberán contar con un investigador tan libre y tan testarudamente eficaz como Silvia Isábal.