—Vuelve a casa por Navidad…

—(Risas). Estoy muy feliz. Como este año estuve en Estados Unidos y en México rodando, tenía muchas ganas de volver aquí y entonces a la primera oportunidad que me surgió, le planteé a Warner y a Antena 3 rodar en Aragón. A lo que me dijeron «por favor, ¿no hay otro sitio más cercano y más barato?». Y yo les contesté, «tan bonito como esto no». Y estoy muy contento porque hemos sacado rincones de Aragón que son preciosos y poco conocidos a nivel nacional, Graus, Benabarre, Monasterio de Piedra, Alhama…

—Por momentos, la película parece una bonita postal.

—A Villaviciosa lo maltratamos tanto que... Bueno, al supuesto pueblo que está compuesto de muchos pueblos de Aragón. Yo quería que el espectador se enamorara. Primero te voy a mostrar una imagen idílica de lo que es un pueblo precioso y lo que son esos pequeños pueblos que se van despoblando con el peligro de desaparecer. Quería que todo el mundo se enamorara de esta supuesta Villaviciosa porque durante la película se iba a ver tristeza por ver cómo podía desaparecer.

—Villaviciosa de al lado, más allá de la comedia también aborda cierta crítica a las apariencias.

—¿Sabes lo bueno de los pueblos? Lo que me gusta es que en ese casino de Villaviciosa puedes juntar a mucha gente dispar, de ideología diferentes, algo que en una gran ciudad nunca va a pasar. En las ciudades nos juntamos con iguales, vivimos como en guetos. Si yo hiciera esta película en Madrid, en ese bar sólo estarían mis amigos. En Villaviciosa hay una gente tan sumamente diferente que eso es un caldo para la comedia totalmente grandioso. El pueblo me da poder juntar mucha gente diferente y que los demás nos riamos a su costa.

—¿La comedia nunca falla?

—A mí eso me da miedo… Este año se han estrenado muchas comedias que no han funcionado. La comedia en España se ha hecho históricamente muy bien, en los 50, en los 60, Berlanga, Fernán Gómez pero hubo un tiempo en que nos volvimos todos muy tristes. Dejamos de pensar en comedia porque después de la transición parecía que teníamos que hacer pensamientos muy elaborados y nos olvidamos de que realmente éramos muy buenos haciendo nuestra historia rodeada de ironía y sarcasmo. Eso ya se hizo con el Quijote y Lazarillo. Y ese filtro de sarcasmo e ironía afortunadamente ha vuelto y ha hecho que las salas de cines se vuelvan a llenar no con los blockbusters americanos sino con lo que producimos aquí.

—¿Cómo le llega esta historia?

—A través del presidente Atresmedia Films. Cuando me enteré que era real, empecé a pensar qué ocurre en ese pueblo que toca la lotería desde el primer día hasta tres meses después que es el último día en que la puedes cobrar. A partir de ahí, todo es imaginación, qué ocurriría en un pueblo en el que todos se conocen, qué sucede con esas familias, con esos amigos, quién es el señor que va a decir yo tengo el décimo y elaboramos un guion a partir de una anécdota real pero luego todo es ficcionado.

—Las críticas no han sido buenas...

—¿Hay alguna comedia que la critiquen bien? Es muy triste pero en la comedia, frente al drama en la que todos tenemos sentimientos comunes, hay un chiste y tú te puedes reír pero si a mí no me hace gracia te voy a mirar y decir este tío es un gilipollas. La comedia es algo para reírnos. Es una pena porque es muy difícil llenar las salas con gente que se quiera reír y muy fácil criticar el sentido del humor del otro. Afortunadamente si una película te la ponen bien los críticos, no va a ir nadie a verla. Prefiero que me pongan verde y que las salas se llenen.