Costamarfilense, DJ Arafat es una de las estrellas, y no solo en su país, de esa mezcolanza rítmica llamada coupé-decalé. O sea, un conglomerado musical levantado sobre la base del zouglou de Costa de Marfil y el n’dongo congoleño. Arafat presenta ahora Renaissance (Universal Afrique), su décimo disco en quince años, en el que echa mano de referencias que atraviesan el armazón de las canciones: rap, trap, funk, pespuntes electrónicos... El resultado es un artefacto al que es difícil resistirse tanto en la intimidad del salón comedor como en la aglomeración discotequera o de club.

Hace un par de años escuché cantar en directo a Mariola Membrives en el espectáculo Free Bach 212, de La Fura dels Baus, y me entusiasmo. No era una recién llegada, por supuesto. Cantante y actriz, esta cordobesa acaba de editar el álbum Lorca, Spanish Songs (Karonte), en el que revisa las canciones populares que el poeta granadino grabó, al piano, con La Argentinita en 1931. Pero Mariola ha sustituido las teclas por las cuerdas de la guitarra de ese indagador de New Jersey llamado Marc Ribot, de quien bien saben artistas como Tom Waits y Elvis Costello, entre otros. Y el encuentro es un gran acierto: la guitarra de Ribot, revoltosa y abierta, pone el contrapunto al clasicismo contemporáneo de Membrives. Resultado: sencillez y ruptura a un tiempo, en una reformulación de lo popular.

Kel Assouf, blues tuareg con destellos de rock.

Anana Ag Haroun, nacido en Níger pero residente en Bruselas, lidera Kel Assouf, grupo que representa un saludable cruce de caminos musical, y, por extensión, cultural. Black Tenere (Glitterbeat) es su nuevo disco, producido por Sofyann Youssef, teclista de la banda, responsable también de los trabajos recientes de la argelina Sofiane Sadi y del proyecto panmagrebí AMMAR 808. El atractivo de Black Teneré es que va más allá de la circular música tuareg, del blues del desierto, para enredarse con patrones rockeros de los años 70 y vibraciones electrónicas. Así las cosas, el trance traspasa las arenas.

Aunque artistas como Sterlac asumen los conceptos más radicales de alteración del cuerpo a través de la tecnología (se implantó una oreja biónica en uno de sus brazos), el arte cyborg se sitúa en otro terreno que esa forma de expresión en la que el cuerpo, como objeto artístico es transformado mediante fármacos, cirugía, golpes, cortes, laceraciones o amputaciones (Marina Abramovich, Ana Mendieta, Chris Burden...). La artista francesa Orlan modifica su cuerpo de forma permanente a través de operaciones quirúrgicas. Lo de la barcelonesa Moon Ribas, que recientemente presentó en Zaragoza (Etopia) la performance El latido de la tierra, lo que pretende es, y utilizo las palabras de Félix Duque en De cyborgs, superhombres y otras exageraciones, «potenciar sus facultades mediante el empleo y la implantación de tecnología en su cuerpo. Moon lleva dos implantes en los pies que le conectan con todos los movimientos sísmicos que se producen en el planeta. Y esa partitura y coreografía tectónicas las interpreta a través de la percusión o la danza. Fascinante, esta estética del terremoto.

Europa. Una letanía (Hurtado & Oretega Editores), de Blixa Bargeld, es un libro peculiar. Fundador del grupo Einstürzende Neubauten y miembro durante 20 años de Bad Seeds, aprovechó su paso por las ciudades que recorrió en 2008 durante la gira de su banda para escribir un singular volumen a medio camino entre la guía gastronómica (es un consumado gurmé que conoce a Berasategui y Adriá) y el dietario. Blixa anota recuerdos, apuntes sobre arte, setlist de los conciertos, comentarios sobre la cotidianeidad de los países que visita... Así, con pequeños (o grandes) detalles, dibuja una sugerente geografía del pulso social de la Europa uniforme y sin fronteras.

‘Mierda de artista’, la provocación del italiano Piero Manzoni en 1961.

Las vanguardias escandalizaban, hoy buscan el reconocimiento mediático. ¿Vanguardia? ¿Provocación? Conceptos esquivos a estas alturas de siglo. En 1961, el italiano Piero Manzoni cuestionó la hipocresía del mercado con su obra Mierda de artista (90 latas de metal con esa etiqueta, llenas de...) No se sabe de qué, pero fue un trabajo realmente perturbador. Bastante más que ese ninot del Rey que Santiago Sierra y Eugenio Merino colocaron en la pasada edición de ARCO (el comprador tenía que quemar el monigote). En el país de las fallas y en 2019, ¿de verdad creen Sierra y Merino que vamos a escandalizarnos los ciudadanos de las españas con ese truco de corte indepe? ¿Quieren provocar? Vayan a Siria, hagan un ninot de Bashar al-Ásad, colóquenlo en la plaza de los Omeyas, en Damasco, y péguenle fuego. Y a ver qué pasa.