Habla con la seguridad de haber reflexionado mucho sobre el asunto y casi ninguna pregunta le pilla a traición: «Pasamos toda la vida conociéndonos y al final la vida acaba y no sabemos muy bien qué es el mundo, qué hemos hecho aquí y cuál ha sido nuestra responsabilidad. Es decir, pasamos por la vida sin realmente conocernos y esta historia de alguna forma incide en eso, en que al final somos seres mucho más transversales y que amarramos demasiado nuestros instintos cuando en el fondo nuestra condición es mucho más liberada». Alejandro Simón Partal acaba de debutar en la novela con La parcela (Caballo de Troya), un libro, como reza la promoción, «en torno a la necesidad y las limitaciones humanas, un viaje emocional que es a la vez crónica del mundo y memoria familiar; un relato sobre la intimidad, los estatus sociales, el amor, el sexo y la vida en los márgenes».

La parcela sucede en Calais donde un profesor de literatura española llega en un momento de desgarro personal y se encuentra con un chico sirio alojado en uno de los campamentos de refugiados más grande de Europa con el que acaba teniendo una relación muy especial que acaba desembocando en una forma de estar en el mundo. «Hay dos personajes y dos formas de sufrimiento, de desgarro. Ambos acaban igualándose en la autenticidad, la vitalidad y el entusiasmo y también en la incertidumbre y el dolor. Al final, todos pertenecemos a un estatus social más pudiente o menos, más relajado o menos, pero lo que nos iguala son esas cosas que no podemos controlar y que independientemente en la posición en que se esté son inevitables. Hablo de la enfermedad, del miedo a la muerte, del desamparo, del desconsuelo y también de los momentos de euforia y alegría que conviven en estas situaciones, independientemente de la marginalidad en la que se viva».

Y es que, confiesa el propio Simón Partal, la elección de Calais como lugar en el que se desarrolla su primera novela no es, como no podía ser de otra manera, casual. «La ficción parte de la experiencia más profunda. Di clases y viví en esa zona y necesitaba contar una historia ambientada en ese lugar. La realidad no es tan cruda como se cuenta pero está ubicada ahí porque mi propia experiencia me llevó a vivir en ese sitio, a recorrerlo y a ser testigo de ese periodo de crisis europea, social y humana por el tema de los refugiados», razona el andaluz, quien va más allá para disipar dudas: «No pretendo hacer una historia política ni hacer una novela social. Mi interés era hacer un alegato por la vida desde la herida de unos personajes. Si todos miramos a nuestro alrededor vemos historias parecidas a la que sucede en la novela, historias donde triunfa el amor pero donde también el amor es capaz de lo peor, del sufrimiento. Pero yo no me adentro en ese fango de la jungla (así se conoce al campo de refugiados de Calais) sino que entiendo que esa realidad trasciende a lo político y a lo económico. Me interesaban las personas y contar cómo vibran esas almas que aparecen en la novela».

En ella, uno de los protagonistas tiene que lidiar con la enfermedad de su padre, algo que acaba desembocando en una reflexión sobre la finitud de la vida del ser humano: "Es un tema que me toca de cerca por motivos personales y la enfermedad me ha enseñado más que me ha quitado. Nos enseña a entender la vida más como sendero y no tanto como castigo. En la novela, él afronta la enfermedad de su padre e intenta darle forma a este dolor, ponerle límites. Y esa forma de estar en el mundo, de escribir, hace que nos ayude a vivir alejados de la vida vacía. No queremos estar enfermos pero sí que cuando estamos en esa situación llegamos a una autenticidad vital a la que difícilmente llegamos en una vida de bondad, llena de daikiris y de cruceros por el Mediterráneo. La enfermedad nos humaniza y nos hace mejores», afirma con rotundidad un Alejandro Simón Partal, muy vinculado al Centro de arte y tecnología Etopia de la capital aragonesa y profesor de la Universidad de Zaragoza, y que presenta este viernes La parcela en la sala Fórum de la Fnac Plaza España.