El catedrático de Historia y presidente de la Real Academia de Bellas Artes de San Luis Domingo Buesa publica El retrato de la madre de Goya, editado por Prensa Diaria Aragonesa. Una novela histórica que explora la figura del genio de Fuendetodos y que gira en torno a un retrato inacabado de su madre, gracias al que se descubrirá el lado más personal del pintor aragonés y su relación con aquellas personas que le acompañaron durante toda su vida.

¿Cómo surge El retrato de la madre de Goya?

Nace cuando finalizo La tarde que ardió Zaragoza, mi anterior novela, en la que ya aparecía la figura de Goya. Me atrajo mucho su personalidad y gracias a sus cartas descubrí una figura que tenía detrás mucho más de lo que conocíamos. Ese Goya más íntimo, persona y familiar es el que me hizo plantearme esta novela y el que me interesó como protagonista del libro.

¿Se queda con el Goya personal o con el artista?

El íntimo es el que no conoce nadie, porque al pintor lo conoce la mayoría de la sociedad. Es un hombre que pertenece a la Ilustración pero que también la mira de una forma crítica. Él quería dar un paso al frente, luchar por la evolución y garantizar el progreso y la seguridad de las personas. Esa es la parte de Goya que me interesaba.

¿Es difícil humanizar a un genio?

Al principio creía que sí, pero al leer sus cartas descubrí a un hombre tremendamente humano y cercano. No tiene nada que ver con el artista que nos ha llegado.

Usted defiende que Goya es un personaje que dominaba muchos más registros que la pintura.

Es un hombre culto y muy centrado en el arte de la diversión, en la cultura popular que divierte a los hombres. Es un hombre en contacto con el mundo del espectáculo, un hombre muy vivo y atento a todo lo que ocurre a su alrededor. Como los ilustrados, cree que a través de los textos se puede cambiar el mundo. Por eso la figura del Goya iletrado no se sostiene.

¿Por qué ha llegado a nuestros días que Goya era un inculto?

Ortega y Gasset y su generación crucifican a Goya y a Velázquez. Siempre se refería a Goya como una persona de conocimientos limitados y que no era capaz de relacionarse con la gente. Era al contrario, porque siempre tuvo afán por formarse y educarse. Es un hombre que vive rodeado de personas de la cultura y cuyo mejor amigo era Leandro Fernández de Moratín, escritor sin el que no se entiende la literatura española del siglo XVIII. Sus cartas y sus escritos oficiales demuestran la capacidad de Goya para adaptar su lenguaje al nivel culto y al popular, en el que usaba multitud de aragonesismos.

La relación entre Goya y Aragón también es muy importante en su novela, aunque en la sociedad no está muy presente.

Porque su segunda etapa, la del pintor de cámara, ha eclipsado toda la anterior. Esta época le convierte en una referencia absoluta y hace parecer que lo anterior no tiene mucho sentido. No hay que olvidar que Goya sale con 29 años de Zaragoza y ya entonces era un artista contrastado. Todo lo que sabe y trabaja lo aprende en Zaragoza. Debemos tener en cuenta que cuando Goya se va, vuelve siempre que puede a Zaragoza, hasta que tiene una ruptura por un conflicto con las bóvedas del Pilar: criticaron su velocidad para pintar y la innovación que quiso plantear en estas obras. Pese a todo, Goya siempre fue un apasionado por Zaragoza. Su pasión llega hasta sus últimos días, cuando en Burdeos pinta algunas escenas que él vivió de joven en la capital aragonesa.

La novela enfrenta a un Goya joven con un Goya viejo.

Es difícil meterse con Goya porque es un personaje que toca todos los palos. Me planteé que no podía recuperar solo al Goya más joven, sino que debía hacerle caso al adulto, al artista pletórico. Hay un punto, el cuadro de su madre, que sirve como nexo de unión. La novela se desarrolla en dos planos, con los que juego para incorporar a todas las personas que estuvieron presentes en las distintas fases de su vida.

Cuente un poco más del retrato de su madre.

Goya no retrató mucho a su familia. En consecuencia, cuando se fue de Zaragoza, dejó el cuadro en prenda para compensar unas deudas que tenía en una taberna. Ese retrato se queda ahí y solo a un año de morir Goya tienen la necesidad de recuperarlo, para volver a juntarse con su madre y poder terminarlo correctamente. Es retrato es la base en la que se fundamenta el libro.

¿Tuvo algún miedo al construir la novela?

Mi único temor era presentar un personaje que fuese irreal o inexacto. Para mí lo importante era que el lector se encontrase con el Goya de verdad. De hecho, hay fragmentos de la obra en la que se reproducen literalmente sus palabras, que hemos marcado en cursiva para que el lector lo note. Mi preocupación era conseguir un personaje real, aunque estuviese incluido en una trama que tuviese algunas partes de ficción.

Destaca mucho que usted ha escrito una novela.

Porque veo la novela como una relación entre un escritor y un lector, en el que este debe entender lo que el primero quiso transmitir. Por eso hay diálogos, por eso hay recursos literarios y por eso huyo de un Goya que pueda ser un cliché que conozcamos todos de antemano.

2021 ha sido un Año Goya, por el 275 aniversario de su nacimiento, lleno de eventos sobre el genio de Fuendetodos. ¿Cómo se tratará su figura en el futuro más inmediato?

Creo que sería un error no continuar con el trabajo. No existe un aragonés más universal que Francisco de Goya. Es el más universal. Dentro de poco celebraremos el bicentenario de su fallecimiento, pero sería absurdo esperar hasta entonces para seguir celebrando su figura. Goya es una persona que tiene que estar presente en nuestra vida y a la que se debe homenajear como al le gustaría, porque Francisco de Goya fue un revolucionario nato.