El Periódico de Aragón

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Las últimas Cortes del Reino de Aragón

El 26 de abril del año 1702 se iniciaron en Zaragoza las que fueron las últimas Cortes del Reino de Aragón

La actual sede de las Cortes de Aragón democráticas, en La Aljafería.

A finales del mes de abril del año 1702 se celebró la solemne ceremonia de apertura de las Cortes del Reino de Aragón, presididas por María Luisa de Saboya, reina consorte y esposa de Felipe IV de Borbón (Felipe V en Castilla) dada la ausencia del monarca, que estaba entonces por tierras italianas. ¿Pero por qué fueron tan importantes las Cortes aragonesas a lo largo de la historia del reino? Vayamos por partes y unos cuantos siglos más atrás en el tiempo.

Tras la concesión en 1283 del Privilegio General por parte de Pedro III de Aragón, las Cortes ya no solo eran una especie de consejo consultivo del rey (simple resumen de un tema realmente complejo), sino que desde entonces también lo eran del reino y principalmente tenían función judicial. Era el rey el que las convocaba y los convocados eran representantes de los diferentes estamentos o brazos que fueron cuatro: la alta nobleza, la baja nobleza, el clero y las universidades o concejos que representaban a las ciudades. Cada brazo se reunía a deliberar por separado y se nombraban tratadores para que negociaran los brazos entre sí, ya que ninguna decisión se podía tomar sin el voto a favor de todos los brazos.

Los reyes solían convocar las Cortes para pedir dinero y hombres con los que llevar a cabo sus campañas militares o afrontar gastos de diferente índole. Sin embargo, antes de tratar cualquiera de los asuntos requeridos por el rey, se le presentaba a este una lista de agravios (greuges) que debía reparar. Estos agravios se producían cuando el rey o sus oficiales deformaban algún derecho reconocido por los fueros o leyes.

María Luisa de Saboya, primera esposa de Felipe V, que presidió las últimas Cortes.

Las Cortes se convirtieron en un freno al poder absoluto del monarca, una manera de controlarlo en cierta medida y a cuya sombra se fue desarrollando el pactismo, característica indisoluble de la política aragonesa durante siglos y que consistía precisamente en llegar a acuerdos entre las diferentes partes con el rey de turno. Ya más adelante durante la Monarquía Hispánica de los Austrias las Cortes se mantuvieron, aunque se produjo un continuo tira y afloja entre estos soberanos y las Cortes porque los Habsburgo querían gobernar Aragón como si fuera Castilla, donde el rey tenía mucho más poder. El malestar en Aragón era grande, ya que los monarcas cometían todo tipo de irregularidades contra los fueros e instituciones aragonesas y solo convocaban las Cortes para recaudar dinero y apuntalar así la deficiente Hacienda Real.

En el contexto de la Guerra de Sucesión entre austracistas y borbónicos, María Luisa de Saboya, esposa de Felipe V de Borbón y en ausencia de su marido, presidió las últimas Cortes de Aragón, convocadas el año anterior pero que no habían podido reunirse hasta ya bien avanzado 1702 debido a la situación de guerra que estalló en Europa. Que otra persona que no fuera el rey, ya fuera la reina o un virrey, presidiera las Cortes generaba malestar en los aragoneses. No obstante, la reina supo tranquilizar los ánimos y atraer hacia la causa del monarca a numerosas personalidades, además de lograr un subsidio de 800.000 reales para la Hacienda Real, tan necesitada en aquellos momentos en los que la guerra comenzaba a consumir todo el dinero disponible.

Felipe V, que abolió los Estados, instituciones y fueros de la Corona de Aragón con los Decretos de Nueva Planta.

Pero la cosa no quedó aquí, ya que la guerra fue evolucionando y al no contar el reino de Aragón con un ejército propio ni apoyo externo, su papel en la larga Guerra de Sucesión quedó sujeto a los vaivenes del conflicto. Por ello, cuando el Principado de Cataluña acabó por ponerse del lado del archiduque Carlos de Habsburgo, apoyado por británicos y portugueses entre otros, Aragón acabaría pasándose también al bando austracista. Sin embargo, los apoyos que uno y otro pretendiente al trono tuvieron en Aragón nunca fueron monolíticos, y dependían de numerosas circunstancias, muchas incluso de carácter tremendamente localista. Sea como fuere, la guerra terminó con victoria de Felipe V de Borbón, quien por medio de los Decretos de Nueva Planta eliminó los diferentes Estados de la Corona de Aragón así como sus instituciones, fueros y órganos de gobierno o representación.

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