Por primera vez en cinco partidos, la afición del CAI Zaragoza alzó la voz en señal de protesta contra el raquítico juego de su equipo. Ni siquiera el triunfo contra el Aracena, el cuarto de la temporada, serenó el enfado. El público silbó a los jugadores, criticó a Alfred Julbe, y centró la mayor parte de sus iras en Fran Murcia, que escuchó cómo la grada gritaba Mesa, Mesa en cada una de sus acciones. La escena, de la que el jugador dijo ayer a este diario que la había vivido como "una humillación insultante", esconde tras de sí la indignación del público por el ínfimo rendimiento de Murcia. Y, a su vez, ese pobre bagaje de juego tiene también una explicación: la deficiente condición física de Fran, cuyas dos rodillas podrían ser las protagonistas de un culebrón de lesiones y dolores que, ahora mismo, son especialmente relevantes en un jugador cuya aportación es casi nula. Murcia buscó remedio en un tratamiento prolongado con ozono, pero su estado físico dista mucho todavía del de sus compañeros. El próximo viernes cumplirá 33 años.

Con una rodilla operada y en un estado de debilidad perpetua, Murcia carga todo el peso de su cuerpo sobre la otra, que es en la que está sufriendo constantes dolores esta temporada, hasta el punto de que su entrenamiento diario difiere del que hace el resto del equipo. El problema de Murcia está en un cartílago, que es el que amortigua el roce en la rodilla, ya que se le inflama y le provoca intensos dolores que le impiden correr, saltar e, incluso, flexionar la articulación.

En el primer mes de Liga, la realidad saltaba a la vista, ya que Murcia corría de forma poco natural y, casi, cojeando. Esa circunstancia le ha incapacitado para realizar hasta hace dos semanas ejercicios con el tren inferior (las piernas), con la grave merma que ello implica en un deporte al que se juega corriendo. Su condición era tan precaria que no podía siquiera flexionar la rodilla.

LA DECISION Esta sucesión de factores negativos, que incluso le han hecho plantearse la posibilidad de pasar por el quirófano, han afectado a su juego y a su estabilidad mental. Por ello, por su edad o simplemente por sus propios errores, sus prestaciones han caído alarmantemente. El jugador, que realizó una pretemporada específica y con un ritmo diferente al de sus compañeros, intentó poner remedio con un tratamiento de ozono consistente en inyectar ese gas en la zona del dolor durante cinco semanas (las primeras de la Liga) realizado en la clínica Quirón de Zaragoza.

Desde hace diez días, Murcia había hecho llegar al cuerpo técnico un moderado optimismo por entender que su rodilla había experimentado una ligera pero progresiva mejoría. Julbe tiene un pensamiento definido: si Murcia está bien, el CAI gana muchos enteros; si está mal, el equipo se hace vulnerable. Y la realidad, hoy por hoy, es que el ala-pívot atraviesa un momento físico preocupante y un bache anímico agravado tras la bronca del viernes.