Siguen los políticos buscando fórmulas en el bolsillo del contribuyente para avalar al Real Zaragoza, un asunto social de muchos, no de todos. Mientras comprometen la economía ajena con un tosco gesto servil, el agua bendita maldice cada fin de semana esa amnesia selectiva del poder y también la memoria oportunista de la oposición. Y los cubre a todos del fango de la vergüenza de unos modestos campos de fútbol a quienes ni dios quiere ayudar.