Fiel a su capacidad camaleónica, el Madrid volvió a demostrar que puede sufrir, dar síntomas de suficiencia y jugar mal, pero si sus individualidades funcionan todo queda prácticamente reducido a una anécdota. Así sucedió ayer en el Velodrome, donde hubo mucho ruido y mucha presión, aunque al final la balanza de la calidad y la pegada se inclinó del lado blanco (1-2). Al Madrid le basta con una victoria o un empate ante el Oporto en el Bernabéu para asegurarse la primera plaza del grupo.

Más que el rival, el mayor enemigo del Madrid suele ser él mismo. Al equipo de Carlos Queiroz le cuesta implicarse en tareas que no ofrecen un gran desafío. Sólo cuando siente el nudo de la cuerda en la garganta despliega todas sus virtudes. Así sucedió ayer después de observar cómo el entusiasmo del Olympique se diluía, pese a la velocidad con que los franceses encararon el choque.

Después de varios sobresaltos, el Madrid decidió quitarse las telarañas y mirar hacia la portería de Runje. Una falta del exazulgrana Christanval sobre Ronaldo unos metros fuera del área sirvió para que Beckham dibujara una impecable parábola con balón para inaugurar el marcador (m. 36). Un gran gol que pareció congelar la presión de los franceses.

EMPATE FRANCES Todo cambió en la segunda mitad. El Madrid volvió a dormirse y al Olympique le sonó el despertador. Mido empató con un cabezazo tras un centro de Vachousek (m. 63). El tanto volvió a descubir las debilidades del Madrid. Pese a ello, supo reaccionar como si volviera a tener por delante una suculenta apuesta que ganar. Una buena jugada iniciada por Raúl terminó en un centro suyo que Ronaldo empujó al fondo de la red (m. 73). Luego, Casillas salvó el empate en un remate de Drogba. Los franceses tuvieron varias ocasiones pero sucumbieron ante Ronaldo.