En el peor momento, cuando mejor lo tenía, el CAI Zaragoza se chocó contra el muro de su propia impotencia y demostró en Murcia que aún le queda un agotador camino para pensar que es un serio candidato a la ACB. Todas las virtudes que había atesorado con tres victorias seguidas, la opción de subir un peldaño más y alcanzar el quinto puesto (lo hubiera hecho de ganar de más de 10), se desvanecieron en un partido con un inicio devastador para el CAI y en el afloraron varias de sus más desquiciantes grietas: la irregularidad del perímetro (21% de tres y 38% total) y la endeblez mental ante rivales que hablan también el lenguaje del ascenso (León y, ayer, Murcia). Si fuera poco, todos los resultados del día fueron desfavorables. Los de arriba se escapan más (si cabe) y el triunfo del Tarragona devuelve al CAI al séptimo puesto.

El equipo de Julbe tiró por la borda gran parte del crédito y la fama de ídolo resucitado que había acumulado con sus últimas batallas ganadas y la palpable sensación de que su ascensión por fin llegaba después de una agotadora caminata por el desierto de la desesperanza. El Murcia despertó de su letargo fariseo (tres derrotas seguidas) y frenó a un conjunto aragonés que terminó estrellándose contra sus propias debilidades. La magistral batuta de Andre Turner (40 años de genialidad) bailó como quiso a un Núñez sin entidad de titular, articuló el lanzamiento de los locales y desorientó a un adversario perdido en su desacierto exterior y falto de convicción con una vulnerable defensa (22-15 al final del primer periodo).

El relevo de genio de Memphis lo tomó ese pequeño base llamado Perico Sala. Si el CAI vagaba huérfano de identidad y con un juego inválido de cualidades (máxima de 37-19, min. 14), el ex del Plasencia terminó de rematarlo con su vertiginosa movilidad ante un pesado rival, que se escabullía de la vergüenza total en las manos de Scott y Reynolds. El desastre se camuflaba por dentro y se publicaba en portada desde en un perímetro sin noticias de Lescano y de nadie --0/7 en triples en el primer periodo--. El fantasma del rebote (24-17 al descanso y 38-26 al final) volvió a lucir sus cadenas y a ampliar la serie de despropósitos que mostró el CAI, al que tampoco le enviaban soluciones desde la banda (44-31 al descanso).

OPORTUNIDADES ERRADAS El CAI se aferró fuerte a la única tabla que tenía para salvarse del naufragio. Fundió al Murcia desde el poste bajo. Scott y, ante todo, Reynolds se convirtieron en hormiguitas atómicas. Punto a puntito fueron limando la consistencia de los locales, cosidos a faltas y ya sin la referencia de sus bases, y engordando la credibilidad de una victoria imposible hasta entonces (56-50, al tercer cuarto).

A la remontada le faltó la guinda. Cuando el Murcia se ponía a tiro era el CAI el que desviaba la mira hasta rematarse en su propia sien. Primero, se puso a dos (63-61 a 7 minutos), pero Carlos Martínez enseñó a todos que ya sabe tirar de tres. Más clara fue la segunda prueba. Antideportiva rigurosa de la que el CAI no sacó nada (66-61). Faltaban más de cinco minutos y con todo hubo una tercera (66-63), pero comido por los nervios (14 pérdidas y 21/35 en los libres) y la frialdad de Bárcenas, el cuadro de Julbe cerró el grifo en ataque y se tiró por el sumidero y con él su sueño de otra reacción baldía.