Cani vive su peor momento en Primera División. Lo dicen los números, por ejemplo los seis partidos seguidos que lleva comenzando desde el banquillo, pero también las sensaciones que transmite cuando salta al césped. El Niño que tomó el timón del Zaragoza para devolverle a la élite no se termina de asentar en ella y su fútbol, salvo en contadas ocasiones, ya no tiene el brillo que le convirtió en ídolo de la afición zaragocista. Por supuesto que tiene calidad y talento para revertir en cualquier momento la situación, eso está fuera de toda duda, pero su papel en Primera no está siendo el de protagonista, sino el de un secundario con cualidades infinitas, pero sin el punto adecuado para demostrarlas.

Su temporada de debut en la máxima categoría ya resultó una pequeña decepción en lo personal, reconocida por él, y lo peor es que en esta segunda no se detecta una progresión. Además, la afición, que se entregó a su nuevo ídolo en Segunda, hace tiempo que no le mira con esos ojos y sí con otros mucho más inquisidores. El futbolista sigue escuchando, lo mismo que el curso pasado, murmullos cuando coge el balón en La Romareda, una situación que siempre llevó con resignación y que le afecta.

Pero la única manera de cambiar esa tendencia está en el campo, en que vuelva la sonrisa y el angel a su fútbol. Y que lo haga con una continuidad sobre el césped que ahora no tiene. Sólo así podrá progresar y confirmar las expectativas. De momento, no logra ni una cosa ni otra. Y es que, tras 29 jornadas, es verdad que ha jugado en 26 de esos partidos, pero no lo es menos que ha pasado de ser titular en 17 ocasiones el año pasado a 14 y lleva menos tiempo global a estas alturas. Si el curso pasado sumaba 1.451 minutos en el campeonato éste sólo alcanza 1.276.

Sin embargo, no sólo los datos globales reflejan esa ausencia de progresión, también los más recientes. En la élite nunca había sido durante seis partidos consecutivos suplente, ni siquiera en el principio de la temporada pasada cuando los problemas que tuvo de apendicitis en el verano le hicieron comenzar el trabajo de preparación más tarde que el resto. Otro dato: en los últimos diez encuentros entre Liga y UEFA sólo una vez salió en el once, ante el Villarreal y en la banda izquierda por la baja de Savio.

El futbolista de Torrero vivió su mejor momento con la llegada de Víctor Muñoz. Después de una trayectoria irregular en Primera con Paco Flores en el banquillo, Cani dispuso de muchos minutos con el nuevo entrenador --hasta siete partidos como titular consecutivos--, pero la irrupción de Galletti a partir de la final de Copa le hizo tener que compartir plaza en la banda derecha con el Hueso y su tiempo de juego en el final de curso pasado volvió a ser similar al que tenía en el arranque.

Esta temporada la comenzó en el banquillo, con esporádicas apariciones en el once hasta que le arrebató el puesto a Galletti. Ambos sólo han coincidido en la titularidad cuando ha faltado alguno de los dos fijos arriba, Villa o Savio. Si no, su alternancia está clara. El final del 2004 trajo el mejor momento de Cani en este curso y también el que es su gran partido desde que llegó a la élite, en Riazor ante el Deportivo, golazo incluido. Dejó buenas sensaciones en Brujas o, en el comienzo de año, ante el Betis o frente al Málaga, donde logró el tanto del triunfo.

Mejorar y evolucionar

Sin embargo, su estrella ha vuelto a lucir con mucha menos fuerza, con un escaso brillo impropio de su talento futbolístico. Así, en los últimos partidos Galletti cogió con fuerza la titularidad y Cani vive ahora de minutos en la segunda parte, con la sonrisa que le caracteriza cada vez más lánguida. "Es un jugador de calidad, pero tiene que ir evolucionando y mejorando en todos los aspectos. Además, su esfuerzo tiene que ser permanente", señala al respecto Víctor Muñoz, que lanza el guante al futbolista: "Depende de él, fundamentalmente, porque hay compañeros que aprietan. Debe aprovechar las oportunidades que tenga. De todas formas, no creo que tenga un papel secundario". En todo caso, el que tiene ahora está a años luz del que merece por su clase futbolística.