La carrera entra en otra dimensión. El día de descanso ha empezado a aclarar las ideas. Si los franceses empiezan a ver en Thomas Voeckler al mesías capaz de enlazar (por fin) una victoria francesa con la última de la serie de Bernard Hinault en 1985, sus rivales, empezando por Alberto Contador, ya se han percatado de que esta situación de indefinición no puede prorrogarse. Toda paralización de la carrera favorece a Voeckler y a Cadel Evans.

Al primero porque le da oxígeno y fuerza moral, y al segundo porque todo lo que sea llegar intacto a la crono del sábado le es positivo. Contador sabe que no puede esperar. Es el peor colocado de los favoritos y en un entorno en el que todo lleva camino de resolverse por escasos segundos, se impone la confrontación, el ataque y la estrategia.

Ayer atacó el de Pinto. Fue un sondeo sin excesivo riesgo ya que lo hizo en el último puerto pero pudo ver que su rodilla le responde. Esta vez fueron los Schleck los afectados por el segundero pero sin consecuencias graves. La igualdad persiste a todos los niveles: en las fuerzas, en el respeto, en el sufrimiento, en la vigilia. Todos han tratado de ahorrar energía, pero la oferta que tienen por delante hasta llegar el viernes a la cima de Alpe d´Huez debe acabar con toda especulación. Llegan tres días apasionantes.