Fue la más dulce derrota, la gran gesta del balonmano aragonés. El subcampeonato de la Copa EHF ante el tremendo Magdeburgo. "Será difícil repetir otra final. Pero pensándolo fríamente, en la mente me queda una victoria", explica cuatro años después Amadeo Sorli. "Fuimos capaces de disfrutar, incluso de la derrota", dice Toño Cartón.

Desafortunadamente, a los aragoneses les separaron tan sólo tres goles de la gloria. En el pabellón Príncipe Felipe empataron a 30 goles. Pero en la vuelta el equipo preparado por Bogdan Wenta apenas dio opción a los jugadores de Veroljub Kosovac. El Magdeburgo venció en Alemania por 31 a 28.

Fue el gran día de un balonmano aragonés carente de grandes triunfos. Nada que ver con los ascensos del Ademar, Helios, Garbel Zaragoza o el Balonmano Aragón a la máxima categoría, la participación del Medina femenino en la Copa de Europa o el entorchado olímpico de Fernando de Andrés, Fernando Bolea y Mercedes Fuertes.

El CAI Aragón era nuevo en la competición europea. El año anterior ascendió a la Asobal. "Fue un momento único puesto que éramos un equipo nuevo y que caía bien a todo el mundo", afirma Pablo Hernández. Era un grupo lleno de virtuosos. El cuadro naranja era conocido por los latigazos de Zaky, las roscas de Doder, los escorzos de Cartón, la dureza defensiva de Vatne, Arrhenius y Sorrentino y la experiencia del campeón del mundo Mariano Ortega. "En defensa hacíamos un 6-0. Los jefes eran Arrhenius y Vatne. Eran los que repartían. Los grandes equipos se construyen a partir de la defensa y éramos muy solidarios", explica Ortega. El alma canterana la proporcionaban Pablo Hernández, Amadeo Sorli e Ibai Cano. Kosovac era el director de esta afinada orquesta. "Era un entrenador muy tranquilo, muy conocedor del balonmano europeo. Me gustaba mucho su trabajo ofensivo, la velocidad de balón de sus equipos y el juego sistemático", explica Ortega.

Nunca se olvidará en la historia del deporte aragonés el pabellón Príncipe Felipe lleno con 11.000 personas con la camiseta naranja con el número ocho. En las semifinales los 8.500 hinchas frente al Skjern danés ya sentaron un precedente. "Todavía se me sigue poniendo la piel de gallina. La que se montó en el Príncipe Felipe fue muy gorda. Es de las cosas que más me han marcado y me seguirán marcando", dice Sorli.

En la ida las estrellas no funcionaron. Doder se quedó en dos goles y Zaky estuvo inédito. Fue el partido de los extremos. Sorli obtuvo cinco goles y Cartón diez. "Estaba muy motivado. Corrimos mucho al contragolpe y volvimos un poco loco el partido. Ellos tenían más pegada en el juego estático, pero nosotros aprovechamos en casa nuestras armas", apunta el extremo asturiano.

Gol de Bielecki

El partido fue muy igualado hasta que en el minuto 56 el CAI se puso por delante con 29 a 25. Pero al final empató desde medio campo el polaco Bielecki. "Llevábamos el partido bien encaminado. Pero nos precipitamos en algunas acciones. Metieron el empate a dos segundos del final. El autor fue Bielecki desde el medio campo. Me puse delante para dificultarle el lanzamiento y soltó un zapatazo que empotró el balón en la escuadra", recuerda Ortega. Pablo Hernández jugó 30 minutos. "Me echaron dos minutos, la primera vez desde que soy profesional. En un contragolpe choqué con Kretzschmar y los árbitros interpretaron que había ido a obstaculizarle sin balón".

La vuelta fue a cara o cruz. El CAI llevó la iniciativa en la primera mitad, pero en los cinco últimos minutos se escaparon los alemanes. El máximo goleador fue Doder con siete tantos. "Tuvimos no sé cuántas tanganas. Rozaban a uno e íbamos a pegarnos diez con Roggisch. Pero éramos un equipo sin experiencia y eso se paga en Europa". Sorli se quedó sorprendido de la afición alemana. "Eran respetuosos y no pararon de animar todo el partido", explica.