Al fútbol hay muchas cosas que lo dignifican. Es un dinamizador social extraordinario, un motor de ilusiones global y un deporte apasionante. Pero entre esa universalidad siempre se cuelan individuos y comportamientos particulares que lo rebajan. Al final de la Liga pasada, Quique Pina, presidente del Granada, y Agapito Iglesias se enzarzaron por las acusaciones del primero al segundo por un presunto amaño de partidos.

Los hechos se sucedieron. Anuncio de una querella criminal contra Pina y lo peor de este deporte al descubierto: recriminaciones, sospechas, crispación pública y toneladas de fingimientos, bravatas y provocaciones para la galería. El paripé del fútbol. Al final, claro, todo quedó en nada. Se lo contábamos ayer. Hoy, ante el partido del domingo, Pina pone cordura. "El Zaragoza será bien recibido", dice. Obviamente ni puede ni debe ser de otra forma.