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MIRADOR

El papel de la afición en el futuro del Real Zaragoza

Es pronto para sacar conclusiones sumarísimas y aventurarse a hacer prospecciones, pero contra el Leganés se produjo un hecho irrebatible y constatable. El Real Zaragoza mejoró sensiblemente su puesta en escena con los refuerzos de enero, fue un equipo más serio, competitivo y que desprendió sensaciones antagónicas a las de Almería solo una semana antes. Donde únicamente había espacio para la preocupación se abrió una ventana de esperanza. Esa mejoría en el césped se trasladó a la grada. El ambiente de La Romareda en aliento del equipo también pareció vivir un punto de inflexión. La afición estuvo tan metida en el encuentro como los futbolistas.

Jugar aquí no es lo mismo que jugar en otros clubs de la categoría. El Zaragoza tiene una historia más grande que todos sus rivales y, por tanto, un contexto de presión y exigencia muy superior. Muchos futbolistas de la última década han acabado engullidos o empequeñecidos por esta circunstancia. Del pasado más reciente, la mayoría. Pero esa coyuntura negativa tiene un reverso. Con el viento a favor y si el equipo da y persuade, condición sine qua non, nadie tiene en Segunda la energía, el empuje y la magia de La Romareda. De una Romareda unida.

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