Ainhoa Ruiz recuerda como si fuera ayer cuando conoció por primera vez una cueva. Fue hace quince años en Esjamundo, en Villanúa. «Fui con unos compañeros del Pirineos. Pensaba que me daría claustrofobia. Pero noté calma y tranquilidad. A partir de entonces me gusta repetir esa sensación: quedarme sola, quieta, apagar la luz y no escuchar nada. Esa paz que te recarga las pilas me gusta mucho», explica.

Desde entonces su vida ha cambiado. «Practico espeleología, esquí de fondo, alpino y de montaña, vías ferratas, barranquismo, montañismo y todo lo que se pone a tiro. Voy al gimnasio, pero nunca me han ido los deportes competitivos. Lo importante es superarme a mí misma sin compararme con los demás y vencer mis miedos», explica.

Ahora es una de las seis aragonesas que lleva una de las territoriales deportivas. Es desde el 2016 la presidenta de la Federación Aragonesa de Espeleología. Su vida dio un giro hace 16 años. «De pequeña fui scout y me gustaba la naturaleza. También jugaba a voleibol y montaba a caballo. Pero me separé, me apunté a un gimnasio y conocí a gente del CM Pirineos que practicaba espeleología y barranquismo. Es posible que sin ese ruptura todo hubiera seguido igual y mi vida podría haber ido en otra dirección. Pero soy como soy por todo lo que he aprendido en las diferentes fases de mi vida», explica.

Todo ha sido una constante evolución para esta deportista de 44 años. Lo de las cuevas era una de sus grandes aficiones y se hizo socia del Club de Espeleología de Aragón. Entonces dio otro gran salto puesto que Paco Royo abandonó la presidencia de la territorial después de 30 años. «Por problemas de salud pidió que se presentara alguien. Nadie quería coger el cargo porque es una labor que lleva muchas horas, mucho trabajo, muchas reuniones y es poco agradecido. En la última reunión no sé cómo lo hice de mal que al final dije que me presentaba. Los miembros de la junta me dijeron que lo haría bien». Ruiz siente casi veneración por su predecesor. «Es un referente y le debemos la vida en tantos años que ha estado en la territorial», afirma.

Este es su tercer año en la presidencia y el curso que viene hay elecciones. «No me importaría presentarme para cerrar el ciclo. Cuatro años es poco para terminar de desarrollar el proyecto». Ruiz es bióloga y tiene una consultoría ambiental llamada Trifolium. Su responsabilidad federativa ha afectado a su trabajo. «El primer año como presidenta facturé en mi empresa un 27% menos que el año anterior», dice. Sus tres años de experiencia en la territorial no han sido un camino de rosas. «Como responsabilidad es un horror. Es un trabajo arduo, pesado, árido. El tema administrativo es complejo. Las instituciones nos hacen presentar millones de kilos de papel para recibir unas subvenciones que pagan cuando pueden».

Hiperactiva y con don de gentes, Ruiz está metida en mil historias y necesitaría que el día tuviera el doble de horas. Aunque reconoce que al ser autónoma le facilita el trabajo. «A cualquier hora puedo quedar con la administración. Aunque he hecho cuentas y me salen al año de 50 a 70 reuniones», indica Ruiz, a la que le apena que no se haya constituido una Federación Española. «Todas las territoriales estamos interesadas en que esto se mueva».

Reconoce que hay mucha gente a la que le choca que una mujer esté al frente de la presidencia de esta territorial. «Se ha avanzado, pero no estamos en igualdad. Me niego a que se politice este tema porque esto es transversal y seguiremos avanzando cuando no sea noticia que estamos seis mujeres llevando Federaciones. Lo importante es que la gestión la lleve gente válida. Estoy en la Asociación de Mujeres Empresarias de Aragón y uno de sus objetivos es desaparecer porque no haga falta», concluye Ruiz.