«Es más que un jugador», asegura Juanma Rodríguez Cáceres, un aficionado del Unicaja de Málaga que mantiene una gran relación de amistad con Adam Waczynski. El polaco es King Kong en el Martín Carpena. La huella del jugador en la Costa del Sol es profunda después de cinco años en la ciudad. Su carácter extrovertido le hizo adaptarse enseguida y el nacimiento de sus dos hijos en la ciudad malagueña les hicieron, tanto a él como a su esposa Natalia, integrarse todavía más en el lugar. Juanma Rodríguez, un habitual del Carpena, no ha podido ir todavía a ver a su Unicaja esta temporada pero no se perderá el partido del domingo ante el Casademont Zaragoza para recibir de nuevo al polaco más malagueño.

En el Martín Carpena era un ídolo. King Kong desde que Juanma y su familia decidieron animarle un día que le vieron algo decaído. «Creo que fue en un partido de Eurocup que estaba jugando regular. Nosotros –él, su esposa y sus hijos–, nos sentamos enfrente del banquillo del Unicaja y lo vimos ahí sentado, apesadumbrado, con la toalla por la cabeza. Salió y se puso a defender un saque de banda a nuestro lado y le dimos unos gritos de ánimo, ‘eres un fenómeno, vamos máquina’, y nos guiñó un ojo. Ahí había nacido algo. Seguimos animándole al descanso e hizo un buen segundo tiempo. Hizo el gesto de King Kong golpeándose el pecho para celebrarlo y se fue contento», recuerda Juanma.

Aquello les hizo ver que Waczynski era un jugador diferente. «Pensamos, hay que hacerle algo. Ya habíamos llevado más pancartas y le hicimos una de King Kong, que además acababa de salir en los cines la última versión. Hubo mucho feeling y el apodo triunfó, él mismo se ha hecho eco públicamente. Vino mucha familia suya de Polonia y todos estaban encantados», relata. Así que King Kong pasó a estar siempre presente en el Carpena, en pancartas y en peluches. Y en la pista, claro.

A partir de ahí nació una relación de amistad mucho más allá de la pista. «Le hicimos regalos, él nos trajo cosas de Polonia y a mis hijos un recuerdo del Mundial de China. El año pasado estuve muy malo con el covid y me mandó un vídeo animándome. Cuando estaba en el hospital me llamaba para preguntarme», indica este aficionado, profesor de secundaria y amante del baloncesto.

Waczynski cayó de pie en Málaga. Por su juego y por su manera de conectar con la grada. «Terminaban los partidos y se quedaba por lo menos diez minutos saludando a todo el mundo», indica Juanma Rodríguez, añadiendo que tanto él como su esposa están muy implicados en las actividades de sus hijos en el colegio y son amigos del resto de familias. Los pequeños Waczynski forman parte de la escuela de baloncesto de Los Guindos, son dos malagueños más. La familia se ha quedado en Málaga y vienen a ver al Casademont cada vez que juega en el Príncipe Felipe. «Es como un jugador de cantera, con el que te identificas enseguida. Es agradable, educado y te ayuda en todo lo que necesites».

Además, el alero estaba muy implicado en todos los proyectos sociales del Unicaja y en verano ha jugado pachangas con aficionados malagueños. «Vive el baloncesto como un servicio público, que va más allá de la pista», resume Rodríguez. «Es un jugador que siente la camiseta, que ahora suena muy antiguo. No es un mercenario sino un profesional que se parte la cara siempre por el equipo con independencia de cómo le salgan las cosas», añade. Este verano tuvo que decir adiós a Málaga con gran dolor de corazón. Para él y para los aficionados. «Le hicimos una despedida y fue muy emotiva. A la de Joan Plaza acudieron como 100 personas pero en esta hubo más, a pesar de la situación de pandemia», dice Juanma.

En Zaragoza le costó muy poco conectar con la grada. Llegó con la Liga en puertas por la lesión de Yusta y su rendimiento ha sido muy elevado desde el principio. El Príncipe Felipe ya le ha reconocido su juego y su esfuerzo en más de una ocasión y no hubiera entendido que el club hubiera ejercido la opción de corte que tenía sobre él. «Está encantado allí», asegura Juanma. «Sabía que iba a cuajar allí porque es un profesional».