Síguenos en redes sociales:

LA MONTAÑA EN ARAGÓN

El guardián del Aneto

El grupo de folk aragonés Bosnerau ha compuesto una ranchera de homenaje a Antonio Lafón, quien fuera guardés del refugio de La Renclusa durante casi cincuenta años

El guardián del AnetoSergio Ruiz Antorán

Silbando vientos en alerta, auxiliando a los desorientados, rescatando a las ovejas perdidas, es el Señor de los bosques, el Protector del Pirineo. En el país es Bosnerau, esa leyenda que guarda montañas y rebaños, ese mito que algunos cuentan fue hombre de carne y hueso en su escondite bajo el Aneto, reconocido en su mejor virtud: su bondad.

«Por lo que cuentan de Antonio, podría ser Bosnerau, ese ángel de la guardia que en la peor tormenta te coge de la oreja para llevarte a un sitio seguro». Adrián García musita unas palabras que resuenan en su gaita a eco de homenaje. De Bosnerau a Bosnerau. Del grupo de folk aragonés a Antonio Lafón, ese que por casi cinco décadas fue guardés de La Renclusa, que ofrecía plato y cama caliente a montañeros, que salvó la vida de enriscados en Maladetas, que hoy escuchará emocionado El guardián del Aneto, la ranchera que baila su vida, que sonará en directo por primera vez en Zuera este sábado (Teatro Reina Sofía, 19.00). «Voy con mis sobrinos, me hace ilusión».

Bosnerau son Adrián (gaita, chiflo...), Óscar Murillo (guitarra), Paco Roca (acordeón y voz), Víctor Murillo (bajo), Manuel Cintora (percusión) y Allué Cester (violín y mandolina). Hacen un folk de melodías nuevas, en una ola renovadora. Se juntaron en 2013, a tocar en fiestas, cenas, hasta que llegaron los primeros bolos, conciertos y festivales.

El grupo Bosnerau.

Chen es su tercer trabajo discográfico, tras Plebia y Quimera, siempre cantando su amor a las montañas nacido «en el campamento de Nuestra Señora del Salz en Ansó. El 90% de los chavales de Zuera hemos pasado por ahí. Nos marcó». Han cantado a paisajes, a valles, cumbres y ríos, como en la preciosa Pirineos. Ahora en Chen dedican «casi todas las canciones a gente concreta, con nombres y apellidos, que hemos conocido o que nos han contado historias, que nos acompañan o han acompañado para conocer mejor los Pirineos». Como Angelines Villacampa, última resistente en Susín, Casiano Antón, el monitor que les enseñó cumbres y barrancos, o Domingo Esteban, vecino que reforestó en Zuera.

La insistencia de Isidro

Otro lugar único en el Pirineo. Cerca de Ainelle, en Oliván, tras el festival La Senda Amarilla, a Adrián y Paco se les acercó Isidro, un guía de Benasque que les propuso componer una letra para Antonio. «Al tiempo nos volvió a contactar por redes y empezamos a compartir mensajes con una amiga de la hija de Antonio. Nos empezaron a contar cosas de él y nos lanzamos porque se nota que es una persona muy potente que ha dejado huella en el corazón de tantísima gente», explica Adrián.

Antonio subió de Fonchanina a ayudar a su tío, Antonio Garlé, a La Renclusa en 1970. Subía las mulas con las cargas desde Llanos. Pronto, Antonio bajó a Benás a regentar el Hotel Avenida y él quedó arriba. «Venían uno o dos autobuses. Muchos de Cataluña. Eran como expediciones. Se montaba mucho ambiente por las tardes, la gente se ponía a cantar, a tocar hasta la cena. Ese humor y alegría es lo que más echo de menos. Ahora vienen a contar picos, se ha convertido en una obsesión por correr», lamenta.

Fueron cuarenta años largos. Junto a Mari, su mujer, a la que conoció haciendo la mili en Granada. Con ella tendría una camada de hijos fieles, como David, que desde hace unos años cogió el testigo.

Antonio fue un visionario. «Con Góriz y los bomberos de Vielha montamos una red de emisoras. Al principio no querían dejarme». Tener una licencia de radioaficionado, tan cerca de la frontera, era sospechoso. Pero su antena salvó a muchos, porque antes para avisar a la Guardia Civil había que bajar hasta Benasque «y para llamar tenías que convencer al mando».

Muchas veces tuvo que subir con la camilla hasta alguna cresta para bajar a alguno. «Eso ha sido lo mejor, saber que has salvado la vida a la gente». Como aquella pareja de austriacos. El marido cayó del Collado Maldito y, en medio del glaciar, la muerte les esperaba de noche. «No sé cómo nos enteramos pero subimos a por ellos, en mitad de la noche. A las dos, gritando en medio de la oscuridad, me respondieron. Qué caras pusieron. Desde entonces no había un verano que no volvieran a La Renclusa a verme». Otros días fueron peores, como la fatal avalancha que se llevó a nueve militares en la Canal de Paderna el 11 de marzo de 1991. Más de una semana estuvo Antonio ayudando en el rescate. Como con tantos.

Ahora, abajo, en Benasque, se dedica a su huerto. Podría escribir un libro, pero no quiere. Al menos ya tiene una canción. «Me emocioné al escucharla. Se nota que está hecha por montañeros, por gente que tiene ese sentimiento por la montaña. Son la leche». El tema ronda por el Valle como un hit de admiración. Tendrán que ir. «Tenemos el sueño de tocar en La Renclusa, nos encantaría». Y ese día Bosnerau estará en su guarida.

Pulsa para ver más contenido para ti