Vistos desde la perspectiva aragonesa, los ambiciosos planes piamonteses evocan algunos de los objetivos que con mejor o peor fortuna se vienen persiguiendo aquí desde hace tiempo. El desarrollo de la hostelería rural, por ejemplo, resulta muy sugerente.Sólo que en la región italiana el espectacular crecimiento del número de hoteles aparece volcado hacia la calidad e incluso el lujo (la recuperación de antiguos edificios monumentales evoca nuestros Paradores), igual que los restaurantes. Se supone que serán el escenario perfecto para los vinos y quesos de gama alta

y para un producto apto solo para gourmets millonarios: la trufa blanca, cuyo singular aroma estimula, dicen, complejos receptores del cerebro y cuyos precios superan los 3.000 euros el kilo.El Piamonte vive también pendiente de las obras (bastante avanzadas) del tren de alta velocidad (300 kilómetros por hora) a Milán, desde donde seguirá hasta Lyón. Y en el 2006, juegos olímpicos de invierno en los Alpes. A los italianos sí que les salió la jugada.