Desconcierto, impotencia y mucha rabia contenida. Como ante cualquier otro anuncio de cierre, los 230 trabajadores de la fábrica de chicles Joyco de Alcarrás (Lérida), productora de marcas como Trex y Boomer, no acaban de entender por qué les ha tocado a ellos.

Sabían que la factoría, adquirida hace 11 meses por la multinacional norteamericana Wm Wringley Jr. Co., no pasaba por una situación económica boyante y temían que en cualquier momento se produjera una reducción de plantilla. Pese a ello, nunca imaginaron que "llegaran a plantear el cierre irrevocable para dentro de tres meses", señala Pedro Carcelén, con 18 años de Joyco a sus espaldas.

Pero lo que más ha soliviantado a la plantilla es que, a diferencia de Lear, Levi´s o Philips, aquí, en lugar de trasladar la producción a la Europa del Este o a algún país asiático con mano de obra más barata, Wringley ha decidido deslocalizarse hacia Tarazona (Zaragoza), a escasamente 200 kilómetros de distancia. La multinacional tiene intención de crear 90 nuevos puestos de trabajo en la planta aragonesa y, eso sí, ofrece un trato preferencial para que los empleados de Alcarrás ocupen esos lugares.

Más mujeres que hombres

"No tiene ningún sentido. Se van a una fábrica que está en unas condiciones mucho peores que la nuestra y a tan sólo tres horas de aquí, simplemente porque allí los sueldos son un 20% más baratos", denuncia Esther Cabasés, una operaria que lleva 19 años en Joyco y que espera su primer hijo para el próximo abril. Reivindicativa y dispuesta a "dar guerra hasta el final, al menos, hasta que llegue la niña", la trabajadora recuerda que el 75% de la plantilla de Alcarrás está integrado por mujeres, "que difícilmente aceptarán la oferta de irse a vivir a Zaragoza. Y la empresa lo sabe".

La multinacional también es consciente de que cualquier inversión que pretenda hacer en Aragón será premiada con subvenciones de la Unión Europea. A diferencia de Cataluña, esa comunidad autónoma está incluida en diversos programas comunitarios para el fomento de la reindustrialización y el reequilibrio territorial. La Cámara de Comercio de Lérida ya advirtió hace unos meses del riesgo de la fuga de empresas de nueva implantación hacia territorio aragonés.

"Realmente, la de Wringley es una decisión empresarial difícil de comprender porque, logísticamente, esta planta está mucho mejor situada que Tarazona, al pie del eje Madrid-Zaragoza-Barcelona, que forman la autovía A-2 y la autopista AP-2 y a ocho kilómetros de la estación de ferrocarril de Lérida, donde también llega el AVE", explica el alcalde de Alcarrás, Gerard Serra (CiU), que organizó el viernes un acto de apoyo a los trabajadores afectados.

En Tarazona, en cambio, no hay estación de ferrocarril --hay que desplazarse hasta Tudela (Navarra), situada a unos 20 kilómetros de distancia-- y hay que recorrer unos 30 kilómetros por la maltrecha N-122 para llegar a la autopista A-68, que une Zaragoza con Pamplona. Los salarios son allí sustancialmente más bajos que en Alcarrás, entre otras cosas, porque es una zona rural empobrecida y poco industrializada.

Para el conseller de Treball de la Generalitat, Josep Maria Rañé (PSC), el objetivo de Wringley no es la deslocalización autonómica, "ya que no se traslada a un lugar con salarios 10 o 15 veces más bajos que los de aquí". Se trata, según explica, de "comprar una marca y un mercado". No en vano, Wringley es la fabricante del chicle Orbit, directo competidor de Trex.

Anna Mir, que lleva 25 años en Joyco, coincide en lo de que el traslado es tan sólo una excusa. "Los americanos pagaron más de 200 millones de euros, simplemente para deshacerse de nosotros y, dentro de un tiempo, harán lo mismo en Tarazona", afirma con rotundidad. Junto a Anna, su esposo, Francisco Garcia, sentencia: "Esto es un auténtico acto terrorista. Juegan con la vida de las personas como si nada". La pareja se resiste a la idea de que el próximo junio ambos se encuentren "en la calle".

La actual Joyco Inversiones SA, antigua General de Confitería, nació en 1977 en Alcarrás, como filial de dulces y golosinas del Grupo Agrolimen, propietaria, entre otros, de Gallina Blanca y Pans&Company. En abril del 2004, la empresa catalana vendió a la norteamericana Wringley la totalidad de sus acciones de Joyco por un importe de 215 millones de euros. Además de la fábrica leridana, la operación afectó a la planta aragonesa y a la sociedad Cafosa.