Con apenas 100.000 habitantes en Zaragoza y un mercado de consumo creciente nació Caja Inmaculada. Fue en 1905 cuando la Caja de Ahorros y Préstamos de la Inmaculada Concepción echó raíces en la calle San Voto de la capital aragonesa, de la mano de la Liga de Acción Social Católica. Por entonces, las cajas vivían una realidad modesta, puesto que apenas copaban el 15% del sistema bancario. Un siglo después las cajas ganan la batalla a los bancos, y la CAI cuenta con 224 oficinas --219 en Aragón--, situándose como la novena mejor caja del panorama nacional, desde el punto de vista cualitativo.

Las 233 páginas del libro Caja Inmaculada 1905-2005 contienen mucho más que textos y fotografías de los 100 años de vida de la entidad. "Conforman la historia de Aragón y son un homenaje a los fundadores de CAI", dijo ayer su presidente, Fernando Gil, en la presentación del libro, del que se editarán 120.000 ejemplares --90.000 se remitirán a clientes--.

Sus siete apartados se han elaborado por profesionales especializados y ajenos a la entidad (José María Serraño, José Antonio Biescas, Angela López, Ana María Cortés, Manuel García Guatas, Alvaro Capalvo, Gillermo Fatás y Angel Azpeitia), y reflejan "cómo ha cambiado Aragón y cómo la caja se ha adaptado a la sociedad", dijo Gil. Afirmó que durante este tiempo " los principios y valores de la CAI se han convertido en raíces y troncos centenarios".

Pero los comienzos fueron difíciles y se centra en las zonas rurales. Así, abre su primera oficina en Magallón y continúa por las Cinco Villas. Pero hasta mitad de siglo no abre una nueva oficina en Zaragoza. En los años 50 CAI alcanza los 14 millones de pesetas en depósitos de ahorro y se nombra al primer director general, Juan Antonio Iranzo.

El salto de la caja

En 1981 da el salto a Huesca y Teruel y es en esa década cuando se produce "el gran desarrollo de la caja", apunta Gil, por la liberalización que permite la libertad de implantación.

Hoy la entidad sigue pegada a sus raíces y, por el momento, el objetivo es continuar en esa línea. Zaragoza se caracteriza por su "densidad competitiva con más de 52 entidades financieras y podemos hablar de fidelidad del cliente", con una cuota de mercado superior al 20%, apuntó Gil. La prudencia y la audacia se han convertido en dos signos en la trayectoria de la caja.

Para el director general de la entidad, Luis Calvera el libro es "una joya", en el que se recogen las dos almas de CAI. La primera ligada al sistema financiero; y la segunda al compromiso con la cultura y la sociedad de la tierra que le vió nacer. "Los fundadores estarían orgullosos de lo que hoy es Caja Inmaculada", concluyó Gil. Por entonces, la banca privada era ciencia ficción.