La crisis de la deuda pública de la zona euro se ha visto agravada por la lenta, lentísima, y tardía reacción de los líderes europeos desde hace un año y medio. Los titubeos e incoherencias europeas han agotado la paciencia del Fondo Monetario Internacional (FMI), que ha expresado con crudeza su malestar en las últimas semanas, porque esa falta de agilidad y eficacia europea no sólo ha contagiado la crisis griega a Italia y España, tercera y cuarta potencia de la zona euro, sino que amenaza con extenderse al resto del sistema financiero mundial.

Los gobiernos europeos han quedado prisioneros de la estrategia electoral y las improvisaciones del principal contribyente de la Unión Europea (UE), la cancillera alemana, Angela Merkel. La toma de medidas se ha visto dificultada además por la creciente hostilidad de la población de los países más módelicos en las cuentas públicas, como Alemania, Holanda y Finlandia, a ayudar a Grecia, convertida en el paradigma de mala gestión, desidia y abusos.

Ya a principios del 2010, las declaraciones abruptas de Merkel sobre Grecia y su resistencia a financiar el salvamento de un país que había falsedado durante una década sus cuentas públicas agravó el problema, colocó a España al borde del precipicio y encareció sustancialmente el inevitable rescate aprobado en mayo del 2010.

La falta de diligencia griega en aplicar las dolorosas privatizaciones y reformas previstas durante la primera mitad de este año ha contribuido también a volver a envenenar la situación, en medio de un clima financiero malsano con una masiva especulación financiera contra la zona euro, alimentada por las agencias de calificación (rating), sin que la UE haya sido capaz de reaccionar a sus abusos y sus polémicas valoraciones.

Desbordamiento

Desde el inicio de la primavera, era ya evidente que Grecia necesitaría un segundo plan de rescate para evitar la quiebra, porque la desconfianza impedía que pudiera volver a financiarse en los mercados. Una vez más, Merkel volvió a dificultar la elaboración de ese nuevo rescate al exigir una contribución de la banca sin medir las consecuencias. Esta exigencia ha retrasado y complicado la elaboración del nuevo plan y ha convertido una crisis circunscrita a tres pequeños países en un grave problema de toda la zona euro.