A falta de resultados, buenos son gestos, o al menos promesas que transmitan un mensaje tranquilizador a los mercados, y a estas alturas, cuando quedan solo nueve días para que Estados Unidos rebase el techo de su deuda y entre en impago, el mero hecho de ver sentados alrededor de la misma mesa al presidente, Barack Obama, y a los líderes republicanos y demócratas del Congreso es ya un logro.

Obama logró ayer la imagen tras un viernes ansioso en que el máximo republicano del país, John Boehener, había anunciado que abandonaba las conversaciones con el presidente en que se ha buscado sin éxito consensuar un plan de reducción de déficit para dar luz verde a la elevación del techo de la deuda, la tercera vez desde que empezó la negociación con la Casa Blanca en que los republicanos la abandonaban. Aunque el encuentro duró menos de una hora, se cerró con el anuncio de que durante todo el fin de semana trabajarán conjuntamente en busca de acuerdo los equipos de Boehner (presidente de la Cámara Baja), Nancy Pelosi (líder de la minoría demócrata en esa cámara) y Harry Reid y Mitch McConnell (líderes respectivos de la mayoría demócrata y la minoría republicana en el Senado) .

"Es bueno que la crisis política se anunciara en viernes por la tarde porque ha dado tiempo a Washington a iniciar negociaciones de crisis dirigidas a restaurar cierto sentido de normalidad política antes de que los mercados abran en Asia" el lunes, declaró en CNN Mohamed El-Erian, el consejero delegado de Pimco, considerada la mayor compañía del mundo de gestión de bonos de deuda.

EN MANOS DEL CONGRESO Pese a la reunión de ayer, el peso de las negociaciones queda ahora en manos de un Congreso que ha sido incapaz de lograr un acuerdo sobre la deuda en meses y está profundamente dividido, con los republicanos que controlan la Cámara Baja negándose a cualquier acuerdo que incluya subidas de impuestos y los demócratas que tienen la mayoría en el Senado resistiendo las propuestas que recorte drásticamente el gasto en programas sociales como los de sanidad pública o en seguridad social.

El problema que enfrenta Estados Unidos es doble. Por una parte, corre el riesgo de verse incapaz de pagar todas sus cuentas el 3 de agosto si para la víspera no se ha elevado el techo de la deuda desde los 10 billones de euros actuales.

Pero, además, enfrenta la amenaza de una descalificación de su deuda que podría producirse incluso si se eleva el techo de la deuda con una solución temporal que las agencias de calificación consideren insuficiente para garantizar la tranquilidad. Obama, además, ha dejado claro en repetidas ocasiones, incluyendo en la reunión de ayer, que se opone a un pacto cortoplacista.