En el templo de los grandes gurús de la especulación tiene un altar mayor George Soros. Desde que en 1992 logró sacudir los cimientos del Banco de Inglaterra, no son pocos los que quieren ser como él. Y eso, pese a que el propio Soros ha advertido que son más conocidos sus éxitos que sus resbalones. Pero las leyendas lo son precisamente por eso, por haber idealizado un personaje. De poco le ha servido a Soros, por ejemplo elaborar toda una teoría científica sobre las evoluciones del mercado, la reflectividad.

Según este teorema, acogido con escepticismo desde que lo formuló, hay una retroalimentación entre lo que un operador bursátil predice que va a ocurrir y lo que realmente ocurre. Sobre todo, si el gurú es de la reputación de Soros y anuncia cuál es su posición en el mercado. Ayer corrió que sus grandes fondos de inversión se mantenían en posición de liquidez, lo que equivale a anunciar incertidumbre y, por tanto, bajas en los mercados. La cotización de Wall Street lo reflejaba con retrocesos que llegaban al medio punto a media sesión, con el nubarrón de fondo de que no hay acuerdo entre Obama y los republicanos sobre el límite de endeudamiento de EEUU.

La reflectividad a la española la aportó el mal dato de la intervención de la CAM, que llevó al Ibex a retroceder 193,10 puntos al cierre, el 1,92%, con la cota final fijada en los 9.866,20 puntos. El sector bancario fue el más penalizado: Santander bajó el 3,21%; BBVA, el 3,48%; Bankinter, el 4,84 % Banco Popular, el 4,79%, y Banco Sabadell, el 3,19%. Del resto de pesos pesados, Telefónica perdió el 2,12% y Repsol YPF, el 1,26%.