Los huevos de codorniz que se comen en toda España y media Europa nacen en la localidad monegrina de Bujaraloz, donde Félix Villagrasa emprendió hace 30 años un sabroso negocio

Sobre una tostada de sobrasada, acompañando un trozo de chistorra, rebozado junto a un langostino, como ingrediente de una ensalada, escalfados encima de un pisto, fritos para untarles pan.... Hay infinitas recetas para saborear los huevos de codorniz. Pero la inmensa mayoría de los que se consumen en España y en media Europa tienen un único origen: Bujaraloz. En este municipio de los Monegros zaragozanos está la granja de Félix Villagrasa, donde se ponen entre 500.000 y un millón a la semana, en función de la época y la demanda.

Actualmente, la granja acoge 75.000 codornices, pero en pocas semanas se alcanzarán las 140.000 unidades. Villagrasa compra las aves en Francia, recién nacidas. 35 días más tarde se separan los machos de las hembras --proceso que se denomina triaje--: los primeros se llevan a centros de cetrería y zoológicos, y las segundas se quedan en su granja. Allí se alimentan hasta alcanzar un peso medio ideal de 180 gramos. "Cuanto más pesan, menos huevos ponen", revela Villagrasa. Se estima que necesitan comer 40 gramos de pienso para una puesta normal, que se produce cada 26 horas. "Y no hay dos huevos iguales", bromea.

Tres empleados se encargan de limpiar constantemente la granja, que se pinta completamente cuatro veces al año. Dentro hay una temperatura que oscila entre 23 y 25 grados, un ambiente agradable para las aves al que contribuyen de manera decisiva once ventiladores gigantes que reparten el aire. "Sanitariamente llevamos un control muy estricto. Cada tres meses analizamos las heces y la sangre de las codornices y los huevos", afirma.

Un nuevo matadero

Una vez que tiene lugar el alumbramiento, los huevos pasan mediante una cinta transportadora para ser seleccionados y se eliminan los que son muy grandes, lo que son muy pequeños, los rotos y los que están sucios. Para facilitar la tarea de la plantilla, formada por 16 personas, Villagrasa cuenta con la primera máquina de estuchar huevos que hubo en Europa. "La traje de Brasil", recuerda. La última fase consiste en perfilar el producto terminado, señalando el lote y la fecha de caducidad. Hay envases de 12, 18, 24 y 54 unidades de huevos frescos, así como botes de huevo cocido pelado conservado en atmósfera controlada.

Dentro de un mes, Villagrasa estrenará la ampliación de sus