La dificultad de las personas trans para ser reconocidas legalmente en España en su Documento Nacional de Identidad (DNI) siempre ha existido. Hace unas décadas, eran obligados a someterse a operaciones de reasignación de sexo como requisito para poder cambiar los datos de su carnet de identidad. Esto cambió hace unos años, cuando se anuló dicho requisito a cambio de someterse a procesos hormonales, al menos durante dos años, para poder llevar a cabo esta modificación.

El pasado diciembre, el Tribunal Supremo de nuestro país dijo en una nueva sentencia pionera en defensa de las personas trans que «no puede condicionarse el reconocimiento de la identidad de género a una operación quirúrgica de reasignación de sexo, esterilización o terapia hormonal». Esto significa que, a partir de ahora, las personas trans no están obligadas a someterse a procesos hormonales para poder cambiar de nombre y sexo de manera legal. El alto tribunal también ha reconocido una sentencia del Tribunal Constitucional sobre el derecho de los menores a incluirse en la Ley 3/2007 de Igualdad Efectiva entre Mujeres y Hombres. Esto implica reconocer el derecho de los menores trans, «con suficiente madurez y en una situación estable de transexualidad», a modificar libremente sus documentos de identidad.

La decisión del Supremo ha sido bien recibida por las organizaciones del colectivo LGTBIQ+, que llevan años defendiendo y demandando que las personas trans puedan tener un DNI acorde a su identidad sexual. Desde la Asociación Chrysallis de Aragón, de familiares de menores trans, ven con buenos ojos el dictamen del alto tribunal, aunque continúan a la espera de una futura ley de identidad trans que modifique lo que dice la actual sobre el cambio de nombre "para que no haya duda para ningún juez".

Cambiar el sexo del DNI no en una tarea fácil y sin una ley que respalde este derecho, la decisión queda en manos de los magistrados y de lo que estos entiendan por madurez y por situación estable de la transexualidad.

Un viaje más llevadero

El cambio de sexo en el carnet de identidad es una cuestión de gran importancia para las personas trans. «Es un pasaporte para viajar sin que nadie te moleste y sin tener que dar explicaciones cuando te apuntas al gimnasio, buscas un trabajo o te cambias de colegio», explican los familiares de estos jóvenes. Se trata además de corregir una situación de vulnerabilidad que no sufren las personas cisexuales, aquellas cuyo sexo asignado al nacer sí se corresponde con su identidad sexual.

Aunque en las últimas décadas se han producido importantes avances en el reconocimiento de las personas trans, estas continúan enfrentando muchas dificultades y obstáculos en su vida cotidiana. La situación afecta sobre todo a niños y adolescentes trans, a menudo incomprendidos por su entorno y en sus colegios e institutos.

El Gobierno de Aragón aprobó en el 2016 una resolución donde se facilitan orientaciones a los centros educativos públicos y concertados para la actuación con el alumnado transexual. Entre otras medidas, el documento establece que profesores y personal no docente del centro deben dirigirse al alumnado transexual por el nombre que ha elegido, tanto en clase como en actividades extraescolares, incluyendo los trabajos y las pruebas de evaluación.

Además, el nombre social del alumno debe figurar en las listas de clase, boletines de notas y carnets de estudiante, aunque este no haya sido mofidicado en su DNI. También se respeta la imagen física del alumnado trans, así como su libertad para vestirse de acuerdo a su identidad sexual (también en el caso de que se utilice uniforme), y se tiene en cuenta el sexo sentido del escolar en las actividades diferenciadas por sexo, así como en el acceso a aseos y vestuarios.

Según la Asociación Chrisallys Aragón, se trata de un protocolo que funciona «bastante bien» en todos los centros educativos, por los que «hay buena voluntad». Además, desde el 2018 existe una ley aragonesa de identidad y expresión de género e igualdad social y no discriminación que obliga a contemplar la identidad trans. No obstante, desde la entidad señalan que hay cosas por mejorar, como la formación del profesorado o los libros de texto, que «no están actualizados y solo reflejan la realidad cisheteronormativa, como si solo estas personas fueran válidas y referentes».

Un ejemplo son los libros de Biología que no recogen todos los cuerpos con todas sus variedades y en los que quedan fuera no solo las personas transexuales sino también las intersexuales, que no se corresponden con las típicas nociones de masculino y femenino. «Todo eso se ha contemplado siempre como una anomalía y una alteración, cuando los cuerpos son muy diferentes y existe mucha variedad», indican.

El fantasma del 'bullying' Pero el principal problema que afrontan los menores trans a la hora de asistir a clase es el acoso escolar. Con frecuencia son motivo de burla por parte de sus compañeros. Según datos de la campaña Libres e iguales de Naciones Unidas, en base a estudios realizados en algunos países, los jóvenes trans tienen cinco veces más probabilidades de sufrir bullying que sus compañeros cisexuales. Un problema que puede ir a más «si no se corta de raíz», dicen los familiares.

Para luchar contra este acoso, «es fundamental no solo que en los colegios haya formación sino que se hagan acciones visibles a favor de la diversidad y se muestre a los jóvenes lo rico que es que en su colegio haya alumnado de todo tipo, de otras razas, religiones y de otras orientaciones e identidad sexual».

Aunque la situación ha mejorado de un tiempo a esta parte, el fantasma del bullying continúa persiguiendo a los niños y adolescentes trans. En la asociación Chrisallys hay casos de familias con hijos e hijas «bastante mayores» que todavía acuden a clase acompañados para evitar insultos y agresiones «Es algo que sigue existiendo porque es un problema de educación», afirman.

Educar en la diversidad, en que lo diverso y diferente es bueno y que al final nadie es mejor que nadie, es para estas familias la mejor cura para la transfobia, ya que «el problema no está en sus cuerpos sino en la mirada de la sociedad. A estos niños se les mira con cara rara porque no se atienen a la norma».

Una situación que ha ido a más en los últimos años con el auge de asociaciones y partidos de ultraderecha que han puesto el tema sobre la mesa pero para mal. «Los niños escuchan cosas y se envalentonan. Estos partidos legitiman el acoso y el odio a las personas trans y no saben cuánto mal están haciendo», denuncian desde Chrysallis Aragón.