El arte de vivir

El autor, premio Trabajo Fin de Grado de la Cátedra de Cooperación 2023, muestra todo lo que la arquitectura puede aportar a la solidaridad internacional, a través de su experiencia en Gambia

Dos albañiles levantan una construcción en la localidad rural de Jirong, en Gambia.

Dos albañiles levantan una construcción en la localidad rural de Jirong, en Gambia. / Pedro Torres Domingo

Pedro Torres Domingo

Cuando empecé Arquitectura, apenas entendía la cooperación al desarrollo, y años después dediqué mi Trabajo de Fin de Grado a la misma, basándolo en mi primer viaje como cooperante al pueblo de Jirong, en Gambia. ¿Qué ocurrió en medio?

Logo de Cátedra de Cooperación para el Desarrollo de la Universidad de Zaragoza.

Logo de Cátedra de Cooperación para el Desarrollo de la Universidad de Zaragoza. / Universidad de Zaragoza

Durante mis estudios me interesé por el sesgo social de la arquitectura, muy escasa en general, al tiempo que empecé de voluntario en Bokatas, oenegé de acompañamiento a personas sin hogar. Una compañera había estado en Gambia con la Fundación Kalilu Jammeh y pensamos hacer un viaje con vistas a conocer la realidad de aquel país. Pero, al poco tiempo, le añadimos complejidad.

Decidimos aprovechar la oportunidad para realizar un proyecto allí. Nada de pensarlo desde España, sino que el mismo surgiera donde debía materializarse, y que lo hiciera gracias a las aportaciones y esfuerzos de las personas que lo iban a habitar.

Lo llamamos ‘proyecto’ porque no sabíamos si iba a ser una construcción, la rehabilitación de un espacio o el acondicionamiento de otro lugar. Finalmente, la observación de las costumbres, necesidades y anhelos se concretó en un espacio a la entrada del pueblo con una tipología multiusos. Su nombre, Baaluwo, significa el arte de vivir en mandinka, la lengua local.

Me preparé para el viaje con información sobre el país, recomendaciones, consejos de mis compañeras y un curso de la Cátedra de Cooperación para el Desarrollo de la Universidad de Zaragoza. Pero todo cambió en cuanto puse mis pies en tierras gambianas. La arena que cubría casi todo el suelo, excepto la carretera, los edificios bajos y deteriorados, los colores, los olores o la comunicación con la gente es algo que hay que vivir para poder aprehenderlo.

Estuvimos allí un mes, al principio integrándonos en la vida del pueblo y conociendo sus costumbres para, más adelante, y tras reflexionar sobre las necesidades que podíamos cubrir, realizar encuestas entre la población. Entendimos que hacía falta un espacio cubierto que fuera un punto de reunión, donde las mujeres pudieran cocinar con comodidad mientras sus hijos e hijas jugaban cerca y donde pudieran realizarse charlas, clases o talleres. En definitiva, un lugar en el que hacer comunidad.

Así, a la vuelta, empecé el diseño del proyecto en una asignatura del grado con la intención de crear una tipología constructiva utilizando los mismos materiales y técnicas presentes, es decir, optimizar los recursos existentes, sin crear dependencias externas y necesidades de mantenimiento desconocidas, para facilitar el habitar. Buscaba así también que el edificio fuera percibido como algo propio, y no ajeno.

Imitamos la construcción de pilares y vigas de hormigón armado, con paredes de bloques de cemento y arena, y añadimos variaciones. Estudiamos el soleamiento y los vientos para la alineación del edificio, situamos una cubierta ventilada, giramos los bloques en algunos puntos para favorecer la ventilación e incorporamos un complejo y revolucionario sistema arquitectónico para dar sombra, humedad y alimento: plantar vegetación.

A día de hoy, Baaluwo, con sólidos cimientos, está en búsqueda de financiación con vistas a construirse en 2025. Todas las decisiones han nacido del conocimiento ‘in situ’ y de destilar la realidad de allí, una que convirtió a un neófito en cooperación en alguien capaz de conversar y sentir en mandinka sobre el arte de vivir.

Fabricación de bloques de cemento y arena.

Fabricación de bloques de cemento y arena. / Pedro Torres Domingo

¿Para qué sirve un arquitecto?

Usted, lector o lectora, tendrá una respuesta, dependiendo de las veces y las situaciones en que haya necesitado nuestros servicios. Pero yo mismo me hice esa pregunta al afrontar mi Trabajo de Fin de Grado. Resulta que los arquitectos no solo hacemos edificios que exceden con mucho su presupuesto y que luego no se usan, u obras de geometría compleja con problemas estructurales, sino que diseñamos para la sociedad y quienes la componen. Personas con sus necesidades, como usted o como yo, pero también como todas aquellas que no disfrutan de una vivienda digna.

Según el relator especial sobre el derecho a una vivienda adecuada de las Naciones Unidas, una de cada ocho personas viven en situación de infravivienda, aunque datos no oficiales apuntan a que la proporción puede ser mucho mayor. Según el plan de estudios de la Universidad de Zaragoza, cero créditos de trescientos están dedicados a esta problemática real. ¿No sería proporcional que, ejerciendo una labor social como es la arquitectura, respondiéramos a la sociedad?