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CONTRACRONICA

Menorca aprueba la calma del presidente

"Se está portando bien este hombre", espeta el taxista cuando se le indica el local del recinto ferial de Mahón que albergará la fiesta con la que José Luis Rodríguez Zapatero se despide de Menorca. Si no fuera por su marcado acento inglés, se diría militante socialista de raigambre. La conversación posterior desvela que no se refiere a su forma de gobernar, ni al manido talante que ha rebajado las tensiones políticas de los últimos tiempos, ni siquiera a la aplaudida retirada de las tropas españolas de Irak.

El taxista habla exclusivamente del comportamiento del jefe del Ejecutivo en su periodo vacacional en Sa Illa de la Calma, como llaman los menorquines a su tierra. "Ni se ha notado que estaba", remata como el mejor de los piropos. Con él, dice, se acabaron los atascos que provocaba José María Aznar cuando sus escoltas paralizaban el tráfico de toda la isla --de apenas 50 kilómetros de longitud-- para que la familia del expresidente saliera a navegar, o para permitirles un acceso rápido y seguro al aeropuerto de Mahón. A éste sólo se le ha visto en público en dos ocasiones, cuando salió con Pasqual Maragall a pescar atún rojo y cuando voló a Mallorca para despachar con el Rey.

El resto del tiempo, en la finca alquilada para las vacaciones, que ni siquiera tiene playa. Tal fue la calma de este periodo que hasta el propio Zapatero, en confesión a uno de sus colaboradores, reconoció hace unos días: "Me han salvado las olimpiadas". De no ser los juegos, se deduce, ¡menudo aburrimiento!

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