Escribo estas líneas recién regresado de Berlín. La capital alemana ha vivido una gran transformación urbanística desde la reunificación: nuevos centros comerciales y culturales y centenares de polígonos de viviendas se levantan por doquier. Pero los metros, los trenes de cercanías y los tranvías --el material móvil de todos ellos-- ni son de diseño ni de última generación. Y sin embargo el servicio es abundante, con cortas frecuencias de paso y puntualidad estricta. Lo mismo que los autobuses, esos sí más modernos. Por la estación de Friedrichstrasse no se ven pasar trenes de alta velocidad, y el aeropuerto de Tegel es austero.

Nada que ver, pues, con la rica España, con sus miles de kilómetros de AVE, sus flamantes terminales aeroportuarias y los trenes, tranvías y metros recién estrenados. Este recordatorio de la austeridad germana viene a cuento de unas recientes declaraciones del ministro de Fomento, José Blanco, que me dejaron alucinado. Decía José Blanco que con la crisis "habrá que empezar a pensar en las infraestructuras con un sentido económico, hacer estudios de viabilidad y rentabilidad económica". Y que "hay que empezar a trabajar un poco más con un sentido económico de las infraestructuras y priorizar las que generan más productividad y competitividad".

¿Hay que empezar? ¿Es que acaso no era de cajón que esas consideraciones sobre infraestructuras económicamente rentables debían estar siempre, desde el principio, en la lista de prioridades de todo Gobierno?

Ahora resulta que los fiascos de los aeropuertos de Ciudad Real, Castellón y Lérida, y la fantasmal línea de AVE entre Toledo y Cuenca no eran una excepción a la regla, sino que respondían a la norma por la ligereza de los planificadores de los gobiernos central y autonómicos, del color que fueran. Y que la construcción de autovías gratuitas que conducen al desierto y líneas de alta velocidad hacia ninguna parte formaban parte de una política que no tenía en cuenta productividad y rentabilidad, y que más bien obedecían a razones de clientelismo o, en el mejor de los casos, a un reequilibrio territorial.

Desde hace años los estudios económicos aconsejan que, en España, las infraestructuras, para ser productivas, deben realizarse en el eje del Ebro, el corredor del Mediterráneo y Madrid. Y no hay autovía entre Lérida y Zaragoza, ni líneas férreas de mercancías y pasajeros de alta capacidad entre la frontera con Francia y Algeciras. Por lo que se ve, en Fomento no se habían enterado. Hasta anteayer. Hasta que la crisis ha llamado a la puerta y el Estado se ha quedado sin dinero y la UE regatea las ayudas. Bienvenido a Europa, señor ministro.