Francisco Camps (Valencia, 1962) puso ayer punto y seguido a su vida de político, una faceta que empezó a forjarse cuando apenas tenía 20 años y se afilió a la extinta Alianza Popular. Poco a poco fue escalando en los cargos (concejal, conseller, secretario de Estado...), hasta que en junio del 2003 consiguió que el PP ganara con mayoría absoluta las elecciones autonómicas en Valencia.

"Vamos a empezar una nueva época", dijo por aquel entonces, una frase que parecía inocente y que no lo fue. Entonces, este hombre con sonrisa de niño bueno empezó a hacerse fuerte y a demostrar que sus maneras educadas escondían a un hombre combativo, capaz de sacarse de encima a todos sus enemigos. Camps acabó matando a su padre político, Eduardo Zaplana, que le había traspasado el poder en Valencia confiando en que podría manejarlo a su antojo desde Madrid. En unos pocos años, el presidente de la Generalitat valenciana fue fulminando poco a poco a los zaplanistas y colocó a sus amigos (Gerardo Camps y Esteban González Pons, entre otros) en los puestos clave.

Empresarios amigos

En las elecciones autonómicas del 2007, Camps revalidó la mayoría absoluta y consiguió que su voz tuviera un peso determinante en el funcionamiento interno del PP. Se pudo ver al Camps más confiado, no solo en sí mismo sino también en la Comunidad Valenciana, a la que intentó atraer espectáculos de interés mundial como las carreras de fórmula 1 y visitantes ilustrísimos, como el Papa Benedicto XVI.

Y es a finales de su primera legislatura y, sobre todo en la segunda, cuando el presidente de la Generalitat empieza a trabar una amistad muy estrecha con unos empresarios poco recomendables. El "Te quiero un huevo" que le dijo a Álvaro Pérez Alonso, el Bigotes, el jefe valenciano de la red Gürtel, quedará para la historia. En esa conversación, grabada por un pinchazo telefónico autorizado por un juez, el presidente y el Bigotes se felicitan las fiestas del 2008 y Camps se muestra muy cariñoso con él en todo momento. "Feliz Navidad, amiguito del alma", le dice al máximo responsable de Orange Market, una de las empresas que se benefició ampliamente de los contratos de la Administración valenciana.

El significado último de esos regalos que supuestamente la trama entregó a Camps y también a su esposa (que en una conversación asegura que esa vez se habían "pasado 20 pueblos" con el detalle) son los que ayer le obligaron a dimitir de un cargo que, según había dicho alguna vez, ya satisfacía su ambición política.

Mariano Rajoy ha apoyado a Camps hasta el último minuto, hasta casi verle en el banquillo. Ha sido su manera de agradecerle el apoyo que el dirigente valenciano, junto con Javier Arenas, le dio tras de las generales del 2008, cuando Esperanza Aguirre amagó con dar un golpe de Estado en el Partido Popular.

Aquel gesto de lealtad que Camps tuvo con Rajoy le colocó en una posición privilegiada de la que se ha aprovechado hasta que la situación ha sido insostenible a ojos del líder del PP, que debe hacer frente a sus terceras elecciones generales en unos meses. Ahora habrá que ver cómo consigue sobrevivir a la causa de los trajes. Algunos de sus amigos, no lo dan por acabado. "Volverá", dijo ayer González Pons.