Dimitido Francisco Camps, se acabó el problema. Así parecen razonar los dirigentes del Partido Popular que, sin explicar la dimisión del presidente valenciano, ni tener en cuenta las consecuencias del juicio futuro contra él y sus colaboradores, ni el resto de las investigaciones del caso Gürtel, le atizan al candidato socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, una especie de "Camps ya se ha ido, ahora vete tú".

Como si a Rubalcaba alguien le acusara de haber aceptado suculentos regalos que pudieron facilitar contratos de una trama corrupta con alguna administración, que es al fin y al cabo la razón por la que el juez José Flors sienta al expresidente valenciano en el banquillo.

Por ir aclarando, al exministro del Interior el PP --no la justicia-- le atribuye la responsabilidad política en el supuesto chivatazo de una operación judicial contra ETA que investiga el magistrado de la Audiencia Nacional Pablo Ruz y que ha desembocado en el procesamiento de tres cargos de la policía. Por cierto, la redada se hizo días después y el aparato de extorsión etarra, ubicado en el bar Faisán de Irún, dio con todos sus miembros en la cárcel.

LLAMA la atención la capacidad de los dirigentes populares para mirar a otro lado cuando algo les va mal y su obstinación en lanzar dardos contra los rivales, con esa estrategia tan antigua --y que tan buenos resultados les da-- de tratar de enfangar a todos en el mismo lodo, sin importarles --o buscándolo-- que los ciudadanos piensen que todos los políticos son iguales. Eludiendo responsabilidades y crispando el debate, acaban por conseguir un objetivo importante: que se atribuya al Gobierno la responsabilidad de todo lo malo que sucede, aunque lo malo sea la relación que existe entre la trama Gürtel y el Partido Popular.

Esta vez les costará desviar la atención. Porque los ciudadanos no deben entender muy bien cómo Mariano Rajoy, que según todos los sondeos será el próximo presidente de España, permitió que un señor que estaba imputado judicialmente y que podía acabar en el banquillo fuera candidato a la presidencia de la Comunidad Valenciana el 22 de mayo. Tampoco deben entender por qué Rajoy le expresó su apoyo incondicional, cuando en la misma cúpula del PP se daba por sentado que Camps se había equivocado y había mentido sobre el pago de los famosos trajes y sobre su relación de amistad con el jefe de la delegación valenciana de la trama corrupta.

Aquello fue una huida hacia delante por no se sabe qué incapacidad para obligar a Camps a retirarse. La negativa ahora a dar explicaciones parece más de lo mismo. Que Francisco Camps tenía que dimitir es una obviedad, pero por salud democrática. Porque no es fácil que alejándole de la presidencia valenciana consigan que el juicio de los trajes pase sin arrancar jirones en la campaña de Rajoy.