"Zapatero llegó a la secretaría general del PSOE ligero de equipaje y se irá con poco peso bajo el brazo, pero habiendo demostrado que se podía ganar a un PP que parecía imparable y después de protagonizar una primera legislatura brillante, con grandes avances en los derechos civiles, y una segunda legislatura lastrada por la gestión de la crisis económica". Esta es la manera en que un veterano socialista resume el legado de José Luis Rodríguez Zapatero cuando se cumple el 11° aniversario de aquel congreso de julio del 2000 en el que, contra todo pronóstico y en liza con otros tres contrincantes --José Bono, Matilde Fernández y Rosa Díez--, se alzó con el liderazgo del PSOE.

Once años después, el zapaterismo toca a su fin. El protagonista ha dado un paso atrás. Alfredo Pérez Rubalcaba es quien se batirá electoralmente por la presidencia del Gobierno, y en el próximo congreso Zapatero dejará también la secretaría general. Acorralado por una grave crisis, su popularidad se ha derrumbado. Pero hace 11 años tomó las riendas de un PSOE hundido, deprimido y desnortado tras la derrota de Joaquín Almunia, y fue capaz de devolverle la ilusión y lo llevó al poder en solo cuatro años.

El profesor Germà Bel, entonces diputado del PSC y uno de los fundadores del grupo Nueva Vía que impulsó el liderazgo de Zapatero, hace un balance duro: "Arrancó como un intento de traer aire fresco a la política y parece que acabará como una experiencia sin legado". La mayoría piensa lo contrario. El matrimonio homosexual, la ley contra la violencia sexista, la de igualdad y la de dependencia son algunas de sus aportaciones, aunque Bel se refiere más a cómo está el partido.

José Blanco, ministro de Fomento y portavoz del Gobierno, no opina lo mismo. Destaca como legado la extensión de los derechos civiles, la neutralidad de los medios de comunicación públicos, la extensión del Estado del bienestar y la modernización económica. Pero sobre todo subraya que, con la llegada de Zapatero, "se renovó la marca PSOE", e insiste en que este "ha sabido trasladar a una organización centenaria la necesidad de renovar la manera de comunicarse con la ciudadanía, de pasar del fax a Twitter, reforzando al mismo tiempo las señas de identidad del socialismo".

También Matilde Fernández subraya "la construcción de una sociedad más respetuosa y tolerante con el diferente, y el gran impulso a la igualdad entre hombres y mujeres. Él es un socialista de otra generación menos influido por aquella cultura de partido que consideraba que la igualdad de género descafeinaba la igualdad social".

Muchos socialistas, desde luego los vascos, defienden su valentía para abrir un proceso de paz con ETA en el 2006 que, aunque fracasó, es el que ha llevado a que la banda esté casi derrotada policialmente y a la izquierda aberzale a posiciones alejadas de la violencia.

Errores y bajas

Blanco incluye las reformas "para transformar el modelo de crecimiento del país, muy afectado por la crisis internacional", entre los aspectos positivos. Pero en el partido no todos secundan esa afirmación y hay quien reprocha al Gobierno que el ajuste recayera solo en una parte de la sociedad y la incapacidad para explicar el porqué de los recortes y de esas reformas.

Algunos de los que acompañaron a Zapatero en el 2000 se duelen por el partido. "Ha habido menos cambios de los deseables, pero es que, cuando se gobierna, el partido queda en segundo plano", justifica un notable, que lamenta que no se hayan hecho primarias. También sorprende la escasa presencia de personas de la generación Zapatero. De los jóvenes que iniciaron la andadura con él, solo tres están en el Ejecutivo: Blanco, Carme Chacón y Trinidad Jiménez. Jesús Caldera está al frente de la Fundación Ideas y coordina el programa electoral; Juan Fernando López Aguilar, en el Europarlamento; Jordi Sevilla, en la empresa privada; y Bel, en la universidad.