Cuando acabó la primera jornada del debate de política general en el Parlamento valenciano, los consejeros, el presidente de la Cámara y muchos otros diputados del grupo popular pasaron a ofrecer sus felicitaciones a Rita Barberá. La noticia había llegado mientras Alberto Fabra hablaba en la tribuna: ni la alcaldesa de Valencia ni Francisco Camps estaban imputados en el caso Nóos.

Antes de que sus compañeros se olvidaran de arropar al presidente autonómico, Barberá, sin esperar a que acabara el turno de Fabra, salió a hacer declaraciones. "Ya me han felicitado Rajoy y Cospedal", dijo. El desaire hacia Fabra fue evidente, pero no se trataba de la primera vez.

El incidente más sonado tuvo lugar hace semanas, cuando la alcaldesa aireó una conversación con Fabra en la que se opuso a la petición del presidente de que el ayuntamiento cofinanciase con la Generalitat el canon de la Fórmula 1 para trasladar el Gran Premio de Europa a Cheste y evitar así que la autonomía perdiera la carrera. Por lo visto, los tiempos en que los problemas se resolvían en casa han quedado definitivamente atrás.

¿Por qué este cambio de escenario? Como telón de fondo se encuentran las encuestas internas del PPCV, que dan por hecho que Fabra perdería la mayoría absoluta en las elecciones autonómicas del 2015. Ni siquiera un pacto con la creciente UPD le serviría para conservar su cargo. Agotado el recambio de Camps, durante el verano diversas fuentes han filtrado reuniones de la alcaldesa con dirigentes nacionales del PP.

Menos apoyos

El PP cree que Barberá sería una buena candidata, y aunque ella haya tratado de negar estos encuentros, está empleando la rumorología y las intervenciones públicas para reforzar su posición en un partido en proceso de reconstitución. Los apoyos de Fabra se van esfumando. No solo en Madrid. Los tres barones de las provincias valencianas, con mayor o menor virulencia, se han ido distanciando de su estela. Solo el secretario general del PPCV, Serafín Castellano, parece de su lado, pero es una lealtad que no puede darse por segura en ningún caso. El currículo de Castellano está plagado de traiciones: tras despuntar como escudero de Eduardo Zaplana, entregó sus avales para reforzar a Camps cuando este llegó al poder, y finalmente hizo lo propio reforzando a Fabra y dando por finalizada su etapa campsista, siempre a cambio de una mayor parcela dentro del organigrama popular.

Mientras tanto, Barberá niega en público lo que podría estar fraguándose en privado. "Mi ambición por Valencia es ilimitada, mis ganas de trabajar por Valencia no tienen fin", dijo hace unos días.