Nunca una sesión de investidura en la Comunidad de Madrid despertó tanto interés, ni por nivel competencial ni por influencia. Solo los episodios de corrupción han llamado antes la atención fuera de Madrid de manera recurrente. En esta ocasión, la vigencia de los pactos de la derecha con Vox, el anunciado Gobierno de oposición al Gobierno central, si es que es de izquierdas, junto con el verano, han merecido una atención mediática relevante.

El discurso de la candidata Isabel Díaz Ayuso no fue brillante, sus réplicas a las intervenciones de la oposición se situaron directamente en el estilo más arrabalero y chabacano del parlamentarismo conocido.

No hacía falta discurso, no necesitaba Díaz Ayuso persuadir en su retórica. Tanto ella como sus socios de legislatura y gobierno son solo vicarios de una decisión que está tomada muy arriba en sus partidos y por encima de ellos. El objetivo es que no gobernaran otros, y más, no perder el poder económico detentado durante 24 años. Años de corrupción, también de capitalismo rancio de amiguetes. En ese lodazal, Ángel Gabilondo, ganador, un moderado, pero otro, se veía como un enemigo determinante.

La constatación más destacable de la performance es que el trío de Colón está sólido, no hay fisuras, habrá gobierno estable. También que la izquierda está fragmentada, fúnebre, apandillada, sin liderazgo claro. No ha parecido que el PSOE lidere, ha dejado campo libre al líder de la cuarta fuerza más votada.

24 AÑOS DE CORRUPCIÓN

El panorama de corrupción que ha dibujado la izquierda para impugnar la candidatura de Ayuso es desolador. Así 24 años y, con todo, en ningún caso la izquierda ha sido capaz de autocrítica. No haber construido, con la derecha más tocada y más corrupta, un espacio de unidad, no convencer más a los madrileños, no ha merecido mayor reflexión.

La propuesta de la coalición está anclada en el populismo fiscal, rebajas históricas e histéricas de impuestos, paraíso fiscal madrileño, dumping fiscal y una insolidaridad amenazante que haría temblar los palos de la prensa más rupestre si hubiera sido esbozada por el president de la Generalitat o el lendakari vasco. El propio Gobierno central ha tenido que salir al paso ante la amenaza a los compromisos contraídos con la UE.

Pero más grave aún es el entrelineado del discurso de Ayuso. Entre insultos y descalificaciones, un alineamiento ideológico sin fisuras con Vox. Nunca, desde un estrado parlamentario, una candidata o candidato ha dirigido más arrumacos, amoríos y compromiso de fidelidad ideológica gubernamental.

ADVERTENCIA DE VOX

La extrema derecha solo promete atajos populistas y, desde luego, manos de barniz extremo a las políticas de la coalición PP-Cs. Y una advertencia de Rocío Monasterio: somos determinantes. Así es.

Un discurso que vuelve a despegarse del centro, adobado de unidad de España, Cataluña, ETA, Cuba, Venezuela, Argentina. Le ha faltado a la derecha madrileña incluir Miami y Colombia que tan bien conocen.

Dice la derecha que el Gobierno de Madrid será un ejemplo para España; esperemos que no. El programa de gobierno pero, sobre todo, el nivel mostrado por la candidata no se lo merecen, desde luego, los demás ciudadanos del Estado y, quizá, ni los madrileños.